Manuel Segura me da noticia de un texto que me emociona bastante.
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Totana, La Tercena, hacia 1950.
Hay cosas, creo, que van más allá de la vanidad. Nobody’s perfect:
JUAN PEDRO QUIÑONERO
Puestos a recordar a gente conocida me quedo hoy con Juan Pedro Quiñonero, un personaje poliédrico del que poco se conoce en esta tierra murciana que es la suya, si tenemos en cuenta que nació en su día en Totana, que es hijo de la estanquera, como se le conocía popularmente, y también, que su padre -de indudable participación en el suceso- era un aguileño que se vio obligado siendo joven, cuando alboreaba el siglo y aumentaba la hambruna, a trasladar los bártulos a Barcelona, también a Francia, a diversos sitios para aplacar las necesidades. Políticamente comprometido con los anarquistas, estuvo retenido en el convento de las Agustinas, no como padre reverendo, sino como prisionero tras la Guerra Civil. Lo que nos habla de las angustias y dificultades de muchos españoles tras el cruel suceso.
Y todo esto lo supe después, porque en los finales de los años setenta, un servidor, que escribía un libro sobre los narradores murcianos, no quería, en su afán de decir solo verdades, estrechar lazos con los autores a los que analizaba en un libro independiente, poco sujeto a lazos afectivos cual suele ser frecuente en provincias, perdón, en comunidades autónomas. No pretendía entonar hagiografía literaria sino reflejar las verdades que encontrara en los textos, también las muchas mentiras puesto que había de combinar la realidad con la ficción. Y se me había dicho que Juan Pedro Quiñonero, del que había leído dos novelas y algunos ensayos, era hijo del médico, que había pasado poco tiempo en su ciudad natal, y que no había vuelto nunca jamás, extremos que forman parte de una falsa leyenda. La verdad no era esa. La verdad completa la ha narrado él mismo en una obra -Retrato del artista en el destierro- en donde ha dejado constancia de su compleja trayectoria que pasa por momentos de toda clase, pero siempre peleando con la palabra literaria o con el universo del arte, unas veces como crítico literario, otras veces como agudo periodista, guerreando en (o contra) el frente franquista en aquel Informaciones en el que mucho aprendimos lo que podía ser la transición política. Y al lado de un murciano, experto en temas literarios, poeta él, Martínez Corbalán que siempre le echó una mano en los momentos difíciles. Y, con las maletas prestas, se fue pronto por sus andurriales que podían ser americanos, ingleses hasta que recaló, como corresponsal de Abc, en París, lugar en donde sigue ejerciendo en el mismo oficio pero persiguiendo al mismo tiempo la huella de los escritores españoles que un día, bien sea por exilio, por trabajo o por afición, deambularon por aquella ciudad en donde confluyen todas las vanguardias, una inclinación que siempre ha estado afiliada a la escritura de Juan Pedro Quiñonero, lector apasionado de Gómez de la Serna, amigo de los ismos, de la transgresión, de todo aquello que derribe rincones comunes. Inventor de un país -llamado España- que no existe al que denomina Caína.
Y pasaron los años, incluso décadas, y hasta hubo día en que los destinos se unieron, primero por correo y luego de manera personal y nos conocimos de modo directo en esta Murcia de nuestros desvelos. Él, sorprendido, de verse incluido entre los narradores murcianos y yo, entonces editor, con la idea de introducir al hijo pródigo en el redil murciano, lo traje para que pronunciara conferencia en el Museo de Bellas Artes y en el Museo Gaya. Y le publiqué un libro en el que analizaba a Ramón Gaya, él que chorrea vena artística, él que no para de ver exposiciones y galerías de arte en esa ciudad que ha sido hasta fechas recientes el epicentro de la vida cultural de occidente. Habitando cerca del Louvre, viviendo fuera de su reducto, se preocupa Juan Pedro Quiñonero por la existencia de España porque, como lector barojiano, lleva un noventayocho en su cabeza. Para poder respirar con amplitud, Juan Pedro Quiñonero se ha creado un país llamado Caína que puede llevarnos a la envidia, al mal, pero también a la utopía en donde conviva la razón con la locura. Y sigue escribiendo continuamente crónicas en el diario que fuera de la familia Luca de Tena, trabaja para los medios diplomáticos, persiste en el ensayo y sigue con sus narraciones de monólogo interior, y sabe todo lo que pasa por el mundo y escribe, como habla, a velocidad súbita, atropellando las muchas ideas que salen de su inagotable magín. La última, El taller de la gracia en Renacimiento.
Hay un programa en todas las televisiones que se llama Españoles en el mundo, por supuesto otro de los murcianos en el mundo. A Juan Pedro Quiñonero todavía no lo han visitado porque poca gente sabe de su existencia, mucha menos de su enorme humanidad, de lo mucho que se interesa por los problemas de esta tierra murciana que es la suya. La vida de los escritores es lo último que puede interesar hoy en día en donde lo cultural suele estar confundido con el mero ocio, a veces con los sucesos. Juan Pedro Quiñonero podría contar lo que ha sido España -un país inexistente- desde que le nacieron la luz en Totana hasta hoy mismo cuando de manera insaciable se proyecta en la palabra y nos habla de la desertización de la cultura. [La Opinión, 15 febrero 2010. Ramón Jiménez Madrid, Gajes del oficio, Juan Pedro Quiñonero].
Generosidad que viene de muy lejos… hace veintiocho o treinta años que Ramón Jiménez Madrid ya me trataba con cariñosa simpatía, Ruinas, sin que yo me enterase, hasta muchos años más tarde, como él mismo recuerda.
- Murcia y la desertización espiritual de la patria.
- RJM, Murcia y la desertización espiritual de la tierra.
- Heimat, Totana, Lorca, Águilas, Murcia y la patria del desterrado.
- Autorretrato, en el destierro.
- Águilas, Totana, Ítaca, Thule….
- Personal y Murcia en este Infierno.
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Águilas, Balnearios y El Hornillo, principios del siglo XX.
Mercè says
Buen retrato de JPQ, sus lectores en sus distintos frentes lo agradecemos.
JP Quiñonero says
Mercè,
Generosas lecturas, la de Ramón y la tuya. Graciasssssssssssss,
Q.-
Lauro says
Estimado Q.
En lo que te conozco, coincido con R.J. Aunque he leído, especialmente, Retrato del artista en el destierro, agradezco que publiques el artículo en este Infierno.
Vicente Carreño Carlos says
Despues de leer todo lo que dice Ramón Jimenez Madrid no tengo más remedio que expresar mi alegría, porque participo con él en apreciar tu amistad, y tu aportación a la belleza y a la inteligencia. Esa fotografía de «La Tercena» que deja ver un poco más abajo «La Barbería de Moises» y «La Sombrería de Ginés Carlos», me hacen recordar mis primeras conversaciones familiares en las que me hablaban de tus padres y de ti…, valerosa y ejemplar familia.
Un abrazo.
JP Quiñonero says
Lauro, Vicente…
Lauro,
¡Ya estamos esperando vuestro bloggggggggggggg…!!!
Vicente,
Ayayay… el puesto de la alfalfa, la ferretería de Moisés, la parada del autobús de la línea Lorca / Murcia…
Q.-
Alicia says
Juan Pedro:
Te viene toda la infancia a la memoria,
y te bañas en el recuerdo, que no es la vivencia
y te sientes, creo, niño, joven, alegre,
triste…
Tu retrato, por Ramón Jiménez Madrid
-de quien no había oído hablar-,
me ha emocionado profundamente.
Veo que el respeto, la admiración
y el cariño que por tí siento y que crecen día
a día, tienen sólidos fundamentos en la realidad.
-bueno, modestamente creo que mis elementos de
juicio son también bastante sólidos, a medida
que navego por tu blog y me empapo de tu obra-.
Un beso muy, muy cariñoso de felicitación
por este, tu retrato, que, de alguna manera
te hace ser profeta en tu tierra…nada más ni
nada menos que murciano, hijo de totanera y aguileño..(De Águilas es Paco Rabal, uno de mis
actores preferidos..me enamoré un poco de él en aquélla peli tan buena de Buñuel…..)
Alicia
JP Quiñonero says
Alicia,
Profeta, profeta… bueno.
Te agradezco un montonazo tu amistosa generosidad.
Gratitudes mil,
Q.-
Enrique MF says
No se queden con la miel en los labios y lean esa esmerada autobiografía llamada «Retrato del Artista en el Destierro».
Hace un año todavía resultaba localizable, con un poco de empeño.
JP Quiñonero says
Enrique MF,
Ayayay… el Retrato… gracias por acordarte de ese libro un poco íntimo, si…
Q.-
Jordi says
Una biografia que rebosa amabilidad y tiene un punto reivindicativo, rebelde. Me ha parecido muy significativa la referencia a tu ausencia televisiva de las diversas franquicias «por el mundo». Creo que igual tendras que esperar a «Totaneros por el mundo». Al respecto, mi madre me comentaba el otro dia por telefono que uno de esos programas iba a pasar por SF uno de estos dias y que, secretamente, tenia la expectativa de que fuera a aparecer por sopresa. Intente explicarle que Berkeley no es SF y que mi vida tiene poco de glamoroso, pero me parece que no la convenci. Es lo que tienen las madres, que las hacen tan fantasticas.
JP Quiñonero says
Jordi,
Madres no hay más que una, efectivamente. No como televisiones… que hay muchísimas: a cual más infecta, dicho sea con cariño y respeto por los esforzados currantes,
Q.-
Martín says
La ferreteria de Juan (mi padre), de Moisés era la barberia.
Un abarzo.
JP Quiñonero says
Martín,
Claro, claro… me han bailado los nombres: perdónnnnnnnnnnnnn…
Q.-
Un abrazo bien fuerte, siempre.