Copio y pego…
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Apartheid rumano
Oradea. Andy Robinson. Enviado especial.
“I´m a gypsy; I might steal your clothes if they fit me” (“soy gitana, robaré tu ropa si me va bien“), sonaba en la radio del taxi rumbo a la destartalada sede de la ONG Romani Criss en Bucarest. A los rumanos, aún más latinos tras su diáspora española, les encanta Shakira. Pero lo que se oye en los guetos rom son los gorgoteos turcos del manele de Nicolau Guta, la música prohibida, despreciada por la mayoría, ofendida por su letra de adoración al dinero. “Para la mayoría de la gente, los gitanos o son mendigos de chabola o nuevos ricos de palacio”, dice Marian Daragju, sociólogo y activista gitano, en referencia a los asombrosas casas de tres o cuatro plantas adornadas con torres de acero reluciente, columnas neoclásicas y fachadas pintadas de rojo y verde chillón que pueden verse en Buzescu, la Beverly Hills gitana, e incluso en Huedin, a 30 kilómetros de Cluj.
Esta percepción de pobreza y dependencia, por un lado, y la ostentación del manele y de Buzescu, por el otro, concentra, en estos momentos, el racismo endémico de la sociedad rumana respecto a los gitanos. Se manifiesta en una creciente segregación en la vivienda y en la educación, ausente bajo el el comunismo desquiciado pero, al menos, igualitario de Nicolai Ceausescu que garantizaba trabajo y viviendas hasta a los gitanos.
Ahora, países poscomunistas como Rumanía, Hungría y Bulgaria son sociedades apartheid con poblaciones gitanas aisladas en cada esfera, la económica, la social y la cultural. “El 70% de los rumanos cree que los gitanos son delincuentes por naturaleza”, dice Margareta Matache, fundadora de Romani Criss, también de etnia rom.
Los gitanos rumanos arrastran siglos de racismo. Fueron esclavizados en los monasterios ortodoxos del sur de Rumanía hasta mediados del siglo XIX . Durante la Segunda Guerra Mundial fueron deportados en masa desde Rumanía hasta el infame enclave de Transnistria por el presidente neonazi Ioan Antonescu, aunque se salvaron de las cámaras de gas que acabaron con medio millón de gitanos más al norte. En Transnistria, 200.000 judíos fueron masacrados. Los gitanos tuvieron mejor suerte. Sólo 11.000 murieron de agotamiento o tifus. Ni la esclavitud, ni el genocidio han motivado jamás en los foros internacionales discusiones sobre la posibilidad de reparaciones.
Medio siglo después, el neofascismo antigitano de Jobbik y su ala paramilitar Magiar Garda, en Hungría, o los neonazis búlgaros aún no han cruzado la frontera. Pero la frustración rumana por el colapso económico se plasma en partidos como Noa Drata (Nueva Derecha)
El aspecto más preocupante de la segregación se da en la enseñanza, crucial para el proyecto de líderes rom como Matache y Darajiu de “empezar desde cero y preparar la próxima generación de rom”, según explica Margareta.
Dos jóvenes gitanos de Romani Criss llevaron a este periodista a un barrio periférico en el cual dos colegios de niños de cinco a once años, uno en frente del otro, constituyen un ejemplo chocante de la segregación. En la escuela número 26, el 99% de los niños son rom. En la escuela número 25, a menos de 50 metros de distancia, son todos blancos. Hay 187 niños rom en la escuela rom,y 180 son de familias extremadamente pobres. “En el instituto no hay problemas de segregación”, cuenta Mihaela Dancio, secretaria de escuela 26. quizás con humor negro, porque “un porcentaje bajísimo de rom llegan al instituto”.
La esperanza viene de jóvenes líderes rom como Matache y Dragagiu, curtidos en el complejo mundo de las oenegés y mucho más cosmopolitas que los políticos de la mayoría rumana. Ya existe desde la caída de Ceausescu en 1989 un partido rom pero apenas ha movilizado el voto gitano. “Creo en un partido étnico pero no en el que tenemos”, afirma Matache, en un inglés impecable. Los otros partidos “compran los votos gitanos mediante sobornos de aceite y azúcar”, añade.
Ahora, sacando lecciones del movimiento de derechos civiles en el sur estadounidense en los años cincuenta, preparan la entrada en la política.. “Estudiamos el puente entre sociedad civil y política de los africanos en EE.UU.”, dice Daragiu. Aunque Matache cree que “en enseñanza y cultura España puede ser un modelo”, los líderes gitanos rumanos son mas ambiciosos que sus homólogos españoles en el ámbito político. En las elecciones pretenden acudir a las casillas electorales para prevenir la compra de votos gitanos. “No queremos más salami a cambio de votos”, dice daragi.
Si esta nueva generación de gitanos con formación en Rumanía logra movilizar a hasta un millón de gitanos con edad de votar, podrían empezar finalmente a cambiar la percepción y la realidad de los rom rumanos. [La Vanguardia, Apartheid rumano].
Las negritas son mías.
Q.,
Envío este enlace:
CALÓ, CHELI Y ESPAÑOL (UNOS POCOS EJEMPLOS). Rafael Rodríguez González, 2008
Buenos días,
L.
Lauro,
Está muy bien, en efecto.
¡Todos los links son pocossssssssssssssss…!!!
Q.-