PrincessCarolineofMonaco,1983.Polaroid, by AW. Copy,The Andy Warhol Foundation for the Visual Arts, Inc.
“Érase una vez…”
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Carolina de Mónaco ha pasado de princesa a monumento nacional, “canonizada” oficialmente con una gran exposición de fotografías firmadas por Helmut Newton, Francesco Vezzoli, Andy Warhol Robert Wilson y Karl Lagerfeld, entre otros.
El nuevo Museo nacional de Mónaco, en el palacio de Villa Rosa, acaba de inaugurar una exposición titulada “Carolonia de Mónaco. Retratos por…”. En el mismo museo, otra exposición titulada “De la roca a Monte Carlo”: una historia del peñón, principado de Mónaco, a través de fotografías de 1860 a 1890, los años fundacionales del Mónaco / Monte Carlo moderno.
Se trata de una manera simbólica de instalar a la princesa Carolina en el pedestal de los grandes monumentos, junto a su madre, Grace Kelly, princesa de Mónaco. La exposición consagrada a la historia de los orígenes del mito del gran lujo y el “glamour” se complementa con la exposición nacional consagrada a Carolina: unas doscientas imágenes de grandes y menos grandes fotógrafos, contribuyendo todos a convertir a la princesa en icono nacional.
Sin duda, las imágenes de Newton, Vezzoli, Warhol, Wilson y Lagerfeld, son muy distintas. Se trata de grandes maestros de muy variada sensibilidad. Ellos y muchos otros tienen algo íntimo en común: haber sido “seducidos”, en alguna ocasión, por la silueta, el rostro, la personalidad de Carolina, consagrada su vida a la construcción de un mito nacional.
Las imágenes de ese mito han sido prudentemente “aisladas” de otros personajes, íntimos o meros comparsas de la princesa. Amigos o sucesivos esposos han sido velados, olvidados y proscritos. Los personajes mitológicos viven en la tierra de nadie de la leyenda, que también es una forma de soledad.
De la adolescencia a la plena madurez, de las imágenes de Warhol a las series mucho más convencionales de Lagerfeld, Carolina de Mónaco emerge lentamente como una figura mítica, que ha tenido muchas vidas, eclipses y “resurrecciones”. Pasan el tiempo, las amistades, los noviazgos y los maridos. Queda la gloria intacta de una leyenda que continúa creciendo. Vista por Newton, Carolina puede ser una mujer solitaria y desamparada, tras el aparato de una vida de ocio principesco. Wilson descubre un ser de cuento de hadas. Lagerfeld se recrea en varios personajes de leyenda cinematográfica.
Carolina permanece intacta a todas sus metamorfosis. Sus distintas vidas y disfraces no consiguen ocultar una vida y un destino propio. Que ella y su hermano han decidido consagrar como mito y monumento nacional. [ABC, 19 noviembre 2011. JPQ, Carolina, de mito glamour a monumento nacional].
- Mónaco en este Infierno.
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Ay, Q.-, y pensar que esto es una cuestión de guisantes, de Mendel.
Véase la hija de Carolina y el italiano, y la hija de Carolina y el Hannover.
Véanse los hijos del torero Paquirri y la Ordóñez, y el hijo del mismo padre y la Pantoja.
Digan lo que digan, no somos más que un guisante desorientado, incluída la propia Carolina.
Un abrazo
Carmen
Carmen,
Cuestión de guisantes… y garbanzos, oye, por seguir con la metáfora. Si me apuras, hasta de lentejas, en mi caso.
Abrazos,
Q.-
PS. Demasiado metafórico, quizá. La familia Grimaldi sabe mucho de la vida y la historia: de ahí que lleven más de trescientos años viviendo de lo suyo, escapando a garras de los poderosos vecinos.
Tienes toda la razón, saben muy bien lo que hacen y sus garras están muy afiladas también. O sea que de desorientación, nada, en cuanto a la supervivencia y el dinero.
Solamente pensaba que la belleza de Carolina me recuerda que ser o no bello, es un poco como jugar a la lotería. No sabes lo que van a hacer los genes, convertirte en una diosa o no. Miras a los padres, miras a los hijos y, a veces, piensas: vaya,esta vez no hubo suerte, o sí.
Carmen
Carmen,
Claro, si… en el caso de los Grimaldi, la rapacidad y la belleza siempre han estado intimamente unidas, como en el caso de los Borgia. La rapacidad predadora de los aventureros genoveses toma hoy otros rostros. Durante varios siglos, Mónaco y Niza podían ser ciudades libres, a la manera de las ciudades italianas del Renacimiento. Los Grimaldi consiguieron que no los integraran a Italia y Francia. Siguen preservando sus cosas con mucho arte de la vida,
Q.-