Un sabio, de los que ya no salen en los periódicos.
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Nació en 1923 en Estrasburgo, en el seno de una familia judía. Estudió en Basilea durante la Segunda Guerra Mundial. Fue uno de los helenistas más universales de la segunda mitad del siglo XX. Ha muerto en París el 4 de diciembre.
EN EL OLIMPO DE LOS PATRIARCAS
Voluntariamente alejado de la “cultura espectáculo” parisina, Jean Bollack transformó una ciudad de provincias, Lille, en un centro de peregrinación internacional para los estudiosos de Occidente y Oriente que lo consideraban un sabio en la más alta de las sabidurías filológicas de la tradición humanista, el helenismo el pensamiento y la tragedia griega.
En Basilea, estudió con Peter Von Mühel -especialista hemérico en Homero- y Albert Béguin -el gran especialista en el Romanticismo alemán. Tras aquella iniciación, siguió en París estudios de literatura clásica, para instalarse en Lille en 1958, como profesor de pensamiento y literatura griega, hasta 1992.
Desde Lille, sin embargo, su sabiduría pronto sedujo a lejanas universidades, permitiéndole alternar la docencia en una ciudad de provincias francesa con otros cursos en el Instituto de Estudios Avanzados de Princeton y la Universidad libre de Berlín.
Como profesor, dejó una huella importante en varias generaciones de alumnos. Su leyenda de sabio y erudito excepcional comenzó con los tres volúmenes (1965 – 69) de su Empédocles. Una obra que lo instaló muy pronto en el olimpo de los grandes patriarcas del helenismo de su tiempo. Siguieron ensayos muy mayores consagrados a Heráclito, Eurípides, Sófocles, el mito de Edipo.
SALVAR A LA LENGUA DE SUS DEMONIOS
Judío alsaciano, Bollack fue bilingüe francés – alemán, desde su infancia. Sus estudios sobre los trágicos y presocráticos griegos son un “puente” entre varias culturas, francesa, alemana, griega clásica. Y forma parte de los grandes proyectos filosóficos, esencialmente alemanes (hermanos Jünger, Heidegger) que desearon “pensar” las primeras palabras griegas para intentar “salvar” o evitar a nuestra civilización la tentación del abismo nihilista.
Como crítico literario y hermeneuta de la palabra poética, dejó una obra menos extensa pero igualmente esencial. Sus ensayos sobre Paul Celan son referencias indispensables.
Bollack estima que Celan escribe en lengua alemana una poesia destinada a “salvar” la lengua de las tentaciones endemoniadas de las que habla el Doctor Faustus de Thomas Mann: una lengua y una cultura al borde del abismo que terminaría precipitándose de manera saturnal en Auschwitz. Celan, estima Bollck, es el gran poeta que aspira a purificar la lengua alemana, devolviéndole la limpia pureza de una expiación.
CONTRA LAS MULTITUDES LECTORICIDAS
Ese Bollack último es muy grande y muy hondo. Y muy hermético, como el mismo Celan, claro está. Ese voluntario hermetismo también era, en su caso, un rechazo expreso de la “cultura espectáculo” de la gran industria parisina. Cuando el último mequetrefe con ínfulas filosofantes utiliza París para trepar y seguir trepando, Bollack temía que esa deriva publicitaria de la “filosofía” fuese una nueva manera de destrucción del pensamiento y la cultura.
Ese retiro voluntario a una ciudad de provincias, Lille, era su manera personal de entender la universalidad, alejándose del ruido y la furia que nada significan y todo lo pudren con sus ventas endemoniadas, parecía decir, glosando a su manera a Ramón Gómez de la Serna, que temía por el futuro de una cultura española “víctima de las multitudes lectoricidas”.
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ABC,6diciembre 2012.
- Pensamiento y Filosofía en este Infierno.
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