JCh, CC, Régine, Festival del cine de París, 12 junio 1993. Foto ¿? Bestimage/Gala.
Bernadette Chirac (86 años), Bernadette Chodron de Courcel, de soltera, soportó con mucha resignación cristiana, estoica, y mucha ambición política, personal, las incontables aventuras amorosas atribuidas a su esposo, fallecido el jueves pasado, con periodistas, actrices, ministras, militantes, incluso celebridades, como Claudia Cardinale.
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Hace tres años, la viuda del ex presidente resumía esa experiencia íntima de este modo, en un programa de televisión:
“Al principio, fue muy duro. Incluso pensé en pedir el divorcio. Luego, me acostumbré. Me dije que era la regla. Y que debía sufrirla con la mayor dignidad posible. De entrada, debo recordar que yo soy católica, practicante. Creo que la formación recibida durante la infancia dura toda la vida. Luego, a qué negarlo, siempre estuve enamorada de mi marido. En el fondo, me digo, no solo contaba el amor y la formación… el nuestro, también fue un matrimonio de ambición, ambición política”.
Ambición compartida. Bernadette y su hija Claude fueron las primeras consejeras políticas de Jacques Chirac, durante la larga marcha que culminó con la conquista del Elíseo, la presidencia de la República. Bernadette también fue una militante activa y una política con peso propio en la vida local y regional de la Francia profunda, en el departamento de la Corrèze, el feudo electoral de toda la familia, uno de los terrenos de “caza” privilegiados de Jacques Chirac.
Fue en la Corrèze, durante una campaña electoral, hacia 1975, donde Chirac conoció a la primera de sus amantes y como tal reconocidas en público: Jacqueline Chabridon, hija de padre militante comunista, periodista en el matutino conservador Le Figaro. Chirac y Jacqueline descubrieron su pasión compartida por la gastronomía del terruño, ante dos platos canónicos, el estofado de ternera (blanquette de veau) y el pastel de carne (fromage de tête). Aquella relación íntima, a geometría variable, duró varios años. Y fue la comidilla del mundo político y periodístico hasta mucho más tarde.
Daniel Le Conte, que fue el confidente y el más íntimo de los colaboradores de Chirac, durante varias décadas, ha contado en un libro su pasión correspondida con las mujeres, jóvenes, menos jóvenes, solteras, casadas, viudas: “Periodistas, actrices, militantes, ministras… Chirac no presumía de conquistas, pero tenía un éxito formidable. Tenía un pisito, o buhardilla, donde daba cita, a un ritmo difícil de seguir”.
Le Conte sigue contando esa historia, en estos términos: “Utilizaba regularmente un pisito en el bulevar Saint-Germain, a dos pasos de la Asamblea Nacional, en el mismo edificio donde estuvo una temporada la sede oficial de su partido. Entre las visitantes había de todo… las que volvían regularmente, las corazonadas, las que servían de “aperitivo”, las que habían coincidido en un viaje gubernamental… incluso las hubo que lo esperaban desnudas, bajo las sábanas, hasta que él llegaba”.
Uno de los chóferes de Jacques Chirac, desde que fue jefe de Gobierno, en la alcaldía de París, y en la jefatura del Estado, ha contado la “precisión cronométrica” del ex presidente, en cuestiones de amoríos: “Cuando tenía cita con una señora, era de una precisión muy rigurosa. Había que llevarlo y recogerlo a la hora muy exacta. Y dejaba la aventura, ducha incluida, con un precisión que nunca iba más allá de los cinco minutos de retraso”.
Entre esa “nube” de amigas, compañeras, amantes circunstanciales o duraderas, presumidas o reales, hay varios nombres que tienen un puesto singular, comenzando por Claudia Cardinale y Michèle Barzach.
No es un secreto que Chirac tuvo unas relaciones privilegiadas con varias periodistas, parlamentarias y ministras. Entre todas ellas destaca, quizá, Michèle Barzach, que fue ministra de Sanidad cuando Chirac era primer ministro de combate de François Mitterrand, durante la primer cohabitación de presidente y gobierno de distinto signo político, entre 1986 y 1988.
Culminadas unas jornadas de trabajo de su partido de la época, el Reagrupamiento para la República (RPR), Chirac llegó con una hora de retraso, para irritación de todo su equipo. “Sabemos muy bien donde está”, dijo, irritado un consejero de prensa a un grupo de periodistas y diputados conservadores. A los pocos minutos aparecieron Chirac y Barzach, cogidos de la mano, sonrientes y cariñosos… ¿Fueron amantes el jefe de Gobierno y la ministra de Sanidad? Así se ha escrito en varios libros y numerosos reportajes.
Entre todas las relaciones extra conyugales de Chirac quizá la más legendaria fue la de Claudia Cardinale, en el momento álgido de su fama y leyenda.
Franz-Olivier Giesbert, antiguo director de Le Figaro, donde ganó la confianza de Chirac, como antes había conseguido la confianza de Mitterrand, siendo director del semanario socialdemócrata Le Nouvel Observateur, quizá fue el primero en dar noticia de esa relación sentimental, muy prolongada en el tiempo. Giesbert cuenta en su libro biográfico La Tragédie du président (2006) muchos aspectos de la vida más íntima de Chirac, comenzando por sus relaciones carnales con Claudia Cardinale.
Años más tarde, otro de los íntimos, Jean-Claude Laumond, su chófer personal, durante dos décadas, hizo revelaciones espectaculares, nunca desmentidas completamente, llegando a afirmar que Chirac estaba en el lecho de Claudia Cardinale el día de la muerte de Lady Diana, en París, en 1997.
Laumond cuenta la historia, por lo menudo, en su libro de memorias, Vingt-cinq ans avec lui (Veinte años con él, 2001). La noche del trágico accidente que costó la vida a Lady Diana, en el parisino Puente del Alma, muy próximo a la embajada de España, Lionel Jospin, primer ministro, intentó hablar con Chirac, presidente, para darle la noticia del accidente. En vano. Nadie pudo hablar con el jefe del Estado, aquella noche. No estaba en el Elíseo, no estaba en su domicilio personal, donde su esposa, Bernadette, tampoco conocía el paradero de su marido. Laumond presume que Chirac durmió aquella noche, más o menos, en el domicilio parisino de Claudia Cardinale.
En su día, la actriz desmintió sin mucho énfasis esas relaciones y esa cita, concreta. Bernadette Chirac nunca desmintió ni podía “confirmar” esa infidelidad atribuida y su esposo. Pero tuvo varios “lapsus”, citando a su presunta “rival” en circunstancias que la prensa francesa interpretó como “veladas confirmaciones”. Queda la leyenda. John Ford termina una de sus películas más legendarias, El hombre que mató a Liberty Valance con una sentencia que cito de memoria: “Está usted en el oeste querido amigo. Cuando la leyenda se hace realidad, imprima la leyenda”.
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