Pedro Sánchez tuvo tiempo para presidir un homenaje canario a José Saramago el pasado día 11 de este mismo mes de agosto.
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Ocho días más tarde, el presidente del Gobierno no ha considerado oportuno dirigirse a la Nación para comentar la caída de Kabul, el pasado día 15.
Se trata de una irresponsable ligereza esperpéntica.
Durante poco menos de veinte años, varios millares de soldados españoles participaron en la guerra de Afganistán, que se saldó, para España, con este balance: 102 muertos, un escándalo trágico, el Accidente del Yak-42 en Turquía, y un balance político, diplomático y militar poco o nada glorioso: Operaciones militares españolas en Afganistán.
En su día, la modesta participación militar española en la guerra de Afganistán fue presentada como una manera de “ayudar al presidente Obama”. Y uno de los JEMAD que gestionó ese presencia ha terminado siendo una personalidad emblemática de Unidas Podemos.
Mientras los grandes líderes internacionales se apresuraron a dar la cara y dirigirse a sus pueblos, para explicar el alcance histórico de la tragedia en curso, el presidente del Gobierno español ha preferido el silencio y la comunicación publicitaria a través de Twitter, donde su cuenta personal, gestionada desde la Moncloa, lo califica oficialmente de “representante gubernamental de España”. Desde ese púlpito, Sánchez ha escrito o aceptado “firmar” esta frase: “La comunidad internacional debemos garantizar la seguridad y la dignidad del pueblo afgano, especialmente de los más vulnerable”. Sentencia donde la insignificancia hipócrita se confunde con la publicidad filantrópica más cínica.
La Moncloa, 16 agosto 2021.
Afganistán y nosotros, 4 De Afganistán a Unidas Podemos.
Todo se explica: La investidura de Sánchez vista por Goya y Valle Inclán.
Esperpento grotesco, que tiene profundas raíces castizas:
Caína. De Cuba a Afganistán, pasando por Irak y la tragedia del Yak-42.
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