Rue du Faubourg-Saint-Honoré, 25 enero 2012. Foto JPQ.
Vuelvo a la carretera. Una larga semana de idas y venidas, 2.000 o 3.000 kilómetros. Retomo mi ensayo sobre Proust que ha publicado Revista de Occidente en su número 492 – 495, correspondiente a julio y agosto.
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PROUST, LA RECHERCHE, TRATADO DE AMOR, EROS Y LOGOS
En lengua francesa, la gran literatura del siglo XX oscila entre la summa proustiana y los dos monumentos escritos por Louis-Ferdinand Céline, Voyage au bout de la nuit (1932) y Mort à crédit (1936), fúnebres profecías sobre el destino de Europa.
Céline llega a pensar que el incendio de la parisina catedral de Notre Dame anunciará el fin fáustico de la vieja Europa. El Proust de La Mort des Cathédrales (1904) y En mémoire des églises assassinées (1921) temía que Francia, víctima de la desertización espiritual, se convirtiese en «une grève desséchée où de géants coquillages ciselés sembleraient comme échoués, vidés de la vie qui les habita». Francia, una playa desecada donde habrían encallado gigantescas conchas de moluscos, vaciadas de la vida que las habitó.
Nosotros conocimos la profecía celiniana del incendio accidental de Notre Dame, la tarde / noche del 15 y el 16 de abril del 2019. Por las mismas fechas, 5.000 iglesias francesas, vacías y sin feligreses, estaban amenazas de muerte arquitectónica, en penoso estado de conservación.
Céline se abandona al nihilismo retórico que culmina en una noche sin mañana ni fin: frases entrecortadas, seguidas de puntos suspensivos y exclamaciones, cabalgando alucinadas hacia la oscuridad sin orillas. En la historia de la novela europea, ese viaje al final de la noche retórica había estado precedido por el Joyce del monólogo de Molly Bloom (1922) y Finnegans Wake (1939). Culminación de una obra finalmente infiel al Joyce del Portrait of the Artist as a Young Man (1916) cuyo proyecto mesiánico era «encounter for the millionth time the reality of experience and to forge in the smithy of my soul the uncreated conscience of my race»… «buscar por millonésima vez la realidad de la experiencia y forjar en la fragua de mi espíritu la conciencia increada de mi raza».
A su manera, Proust hace realidad la ambición del joven Stephen Dedalus, alter ego de Joyce en el Portrait. Las primeras palabras de la Recherche (escrita entre 1906 y 1922, publicada entre 1913 y 1927) iluminan la matriz original de la obra que vendrá, por construir, recordando el tormento del niño que aguarda en vela la despedida nocturna de la madre, repitiendo cada noche, en la oscuridad estrellada de la bóveda celeste de la memoria, la palabra mágica que abre la gruta de Alí Babá del tesoro de la frase proustiana: «Bésame».
El amor es un fuego y un manantial. Una llama que alumbra nuestras vidas. Un venero que nos siembra con sus jugos y semillas. En la zarza ardiendo del lecho amoroso, los amantes ofician la celebración del amor. En la soledad de una noche oscura, Sherezade y el narrador de la Recherche se salvan y nos salvan contando historias, hilando un tejido inmaterial que construye la arquitectura espiritual donde moran los vivos y los muertos, dando cobijo y sentido al esprit, el espíritu, el alma de lo que fuimos, somos y seremos, polvo iluminado por la llama de un fuego que perdura después de la muerte, a través de la palabra, semilla de Eros y Logos.
Tras la intimidad amistosa, sexual y / o amorosa con una veintena de hombres, y la frecuentación de varios afamados prostíbulos, Proust describe, a través del amor del narrador de la Recherche por Albertine, una pasión que no termina con la muerte, siguiendo los pasos de Beatrice en la Commedia dantesca: «Parce que je le désirais je crus qu’elle n’était pas morte; je me mis à lire des livres sur les tables tournantes, je commençai à croire possible l’immortalité de l’âme. Mais elle ne me suffisait pas. Il fallait qu’après ma mort je la retrouvasse avec son corps, comme si l’éternité ressemblait à la vie.» Puesto que la desea, el narrador comienza a creer en la inmortalidad del alma de Albertine. La zarza ardiendo de Eros ilumina la semilla original de la palabra, el verbo el Logos. La perennidad de la palabra asegura la inmortalidad y la comunión de las almas.
Esa fe, esa revelación, había comenzado a expresarse en la fuente bautismal de la frase proustiana: «Bésame». Y culmina con la construcción de una catedral, la Recherche, llamada a resistir y desafiar el paso del tiempo, refutar la historia, a través la palabra, material espiritual, como el Logos, que une todas las cosas visibles e invisibles, pasadas y por venir, según los budistas y Spinoza. «La vraie vie, la vie enfin découverte et éclaircie, la seule vie par conséquent pleinement vécue, c’est la littérature…», insisten Proust y el narrador de la Recherche. La vida, la vida verdadera, solo cobra sentido a través de la palabra, la cultura, construyendo los atributos del alma y la vida social. Una vida privada de palabras es una vida sonámbula, vegetal. La palabra, la lengua, la retórica, matrices de la literatura, comienzan por crear el tejido moral y espiritual de la identidad individual y colectiva.
Cada palabra tiene una historia, que podemos intentar reconstruir a través de la filología. La historia de las palabras ilumina las fuentes bautismales de nuestra condición. Así, a través de las palabras, a través de la lengua, escrita y coloquial, podemos intentar comprender quienes somos, de donde venimos. Las palabras iluminan las raíces históricas de nuestra identidad individual, los cimientos de la casa común de los hombres y mujeres con quienes compartimos el pan y la palabra propia de pueblos que se entienden, mal que bien, usando las mismas palabras para ocupar el puesto que es el suyo en el devenir de la historia de todos los pueblos.
«Mme. de Guermantes, malheureusement spirituelle et Parisienne et qui, quand je la connus, ne gardait plus de son terroir que l’accent, avait du moins, quand elle voulait peindre sa vie de jeune fille, trouvé pour son langage (entre ce qui eût semblé trop involontairement provincial, ou au contraire artificiellement lettré) un de ces compromis qui font l’agrément de La Petite Fadette de George Sand ou de certaines légendes rapportées par Chateaubriand dans les Mémoires d’outre-tombe. Mon plaisir était surtout de lui entendre conter quelque histoire qui mettait en scène des paysans avec elle. Les noms anciens, les vieilles coutumes, donnaient à ces rapprochements entre le château et le village quelque chose d’assez savoureux. Demeurée en contact avec les terres où elle était souveraine, une certaine aristocratie reste régionale, de sorte que le propos le plus simple fait se dérouler devant nos yeux toute une carte historique et géographique de l’histoire de France. [ .. ] S’il n’y avait aucune affectation, aucune volonté de fabriquer un langage à soi, alors cette façon de prononcer était un vrai musée d’histoire de France par la conversation…» … Madame de Guermantes, espiritual y parisina, solo guardaba el acento de su terruño, su tierra, su «país natal» («pays parisiens», es el título de un libro célebre de Daniel Halévy, el primero de los amigos y condiscípulos que proclamó el genio de Proust) cuando deseaba evocar su vida de jovencita, a través de su lengua, su conversación, sorteando los meandros entre lo involuntariamente provinciano y lo artificialmente libresco, letrado. Suma, compendio y síntesis verbal entre el lenguaje de la protagonista de una novela «campestre», hija de una bruja lugareña, la pequeña Fadette, y algunas leyendas rescatadas por Chateaubriand en su intento monumental, catedralicio, de contar la historia de la gran transición entre el Antiguo régimen y el nuevo mundo posterior a la Revolución. Síntesis verbal, decía, la del lenguaje de Madame de Guermantes, que anuncia el advenimiento del francés moderno. La filología permite conocer las fuentes originales del manantial de la historia de la lengua, venero original que siembra y articula nuestra historia social. En su relato, siguiendo los surcos y senderos que se bifurcan en el bosque de la lengua (Heidegger dixit), el narrador de la Recherche saborea con placer, sobre todo, las escenas imaginadas por Madame de Guermantes poniéndose en escena acompañada de señoras y señoritas campesinas. Ese contacto físico, verbal, entre una cierta aristocracia parisina y las buenas gentes de los pueblos, sus antiguos señoríos, seguía teniendo para Proust y su narrador un cierto carácter «regional». Los parisinos de Daniel Halévy también advierten el encanto y la distancia que los une y separa, a un tiempo, de los «provincianos» de paso por la capital, muy lejos de su «país natal». Espectador y filólogo emérito, «entomólogo», según Jean Cocteau, Proust y su narrador subrayan lo esencial: escuchando a Madame de Guermantes, descubren la cartografía más profunda de la historia de Francia.
A través de la filología, me repito, podemos conocer el origen y la matriz de nuestra identidad («el primer vagido de nuestra lengua», dijo Dámaso Alonso de las Glosas Emilianenses). La historia de la palabra, la historia de las lenguas, permite conocer las metamorfosis que articulan y construyen la arquitectura espiritual y moral de nuestra identidad individual y colectiva:
«Le passé non seulement n’est pas si fugace, il reste sur place. Ce n’est pas seulement des mois après le commencement d’une guerre que des lois votées sans hâte peuvent agir efficacement sur elle, ce n’est pas seulement quinze ans après un crime resté obscur qu’un magistrat peut encore trouver les éléments qui serviront à l’éclaircir; après des siècles et des siècles, le savant qui étudie dans une région lointaine la toponymie, les coutumes des habitants, pourra saisir encore en elles telle légende bien antérieure au christianisme, déjà incomprise, sinon même oubliée, au temps d’Hérodote et qui, dans l’appellation donnée à une roche, dans un rite religieux, demeure au milieu du présent comme une émanation plus dense, immémoriale et stable…». El pasado no tiene nada de fugaz ni «perdido». Sigue siempre presente y «activo», a través de las palabras y las obras de arte. Solo mucho después de cometido un crimen puede un magistrado comprender el origen y culminación de la tragedia, siguiendo las pistas descubiertas entre sus legajos. El sabio que estudia la toponimia y las costumbres de los habitantes de un lugar podrá comprender, a través de una leyenda ya incomprendida en tiempos de Herodoto, a través del nombre de una roca, a través de un rito religioso, la realidad original y más profunda, recordando su presencia estable e inmemorial.
Proust comenzó a esbozar la concepción del tiempo que cobra forma definitiva en la Recherche en un artículo consagrado a las Memorias de Madame de Boigne, publicado en Le Figaro el 20 de marzo de 1907, víctima de cortes que su autor consideraba lamentables, catastróficos. En una carta dirigida al más íntimo de sus amigos de la época, Reynaldo Hahn, Proust denuncia ese atropello en estos términos: «On a coupé tout le long passage pour lequel l’article était fait, la seule chose qui me plût».
«… Les poètes et les philosophes nous ont dit longtemps, que pour nous tous tant que nous sommes, même pour les plus grands, notre vie était promise à l’immense oubli qui en quelques années dévore et abolit ce qui paraissait le plus assuré de durer dans la mémoire des hommes. Mais voici que les archéologues et les archivistes nous montrent, au contraire, que rien n’est oublié, rien n’est détruit, que la plus chétive circonstance de la vie, la plus éloignée de nous, est allée marquer son sillon dans les immenses catacombes du passé où l’humanité raconte sa vie heure par heure…». Poetas y filósofos glosaron nuestra condena a la muerte, el olvido. Pero, hete aquí que archiveros y arqueólogos nos recuerdan, por el contrario, que nada se olvida, nada se destruye; incluso la más modesta de las circunstancias de nuestra vida, la más alejada en el tiempo, perdura y nos habla, siempre, recordándonos nuestro pasado, el pasado de la humanidad, hora tras hora. «Su cuerpo dejará, no su cuidado; serán ceniza, mas tendrá sentido; polvo serán, mas polvo enamorado…» dice el Quevedo de Amor constante, más allá de la muerte. Eros y logos.
En superficial apariencia, la teoría del lenguaje de Proust pudiera asemejarse groseramente con el concepto de Volksgeist desarrollado por Herder en su ensayo obre el origen de las lenguas (Abhandlung über den Ursprung der Sprache, 1772), los Discursos de Fichte a la nación alemana (Reden an die deutsche Nation, 1807), y los ensayos de Renan sobre el «alma bretona» (1854) y los orígenes de las lenguas (De l’origine du langage 1848). Con matices propios que serán esenciales en la construcción catedralicia de la Recherche:
» … depuis quelque temps, la grande figure France remplie jusqu’à son périmètre de millions de petits polygones aux formes variées, et la figure, remplie d’encore plus de polygones, Allemagne, avaient entre elles deux de ces querelles. Ainsi, à ce point de vue, le corps Allemagne et le corps France, et les corps alliés et ennemis se comportaient-ils dans une certaine mesure, comme des individus. Mais les coups qu’ils échangeaient étaient réglés par cette boxe innombrable dont Saint- Loup m’avait exposé les principes; et parce que, même en les considérant du point de vue des individus, ils en étaient de géants assemblages, la querelle prenait des formes immenses et magnifiques, comme le soulèvement d’un océan aux millions de vagues qui essaye de rompre une ligne séculaire de falaises, comme des glaciers gigantesques qui tentent dans leurs oscillations lentes et destructrices de briser le cadre de montagnes où ils sont circonscrits».
El lector apresurado pudiera pensar que el concepto «cuerpo Francia», «cuerpo Alemania», «comportándose como individuos», tiene algo profundo en común con el Volksgeist de Herder y Fichte, «espíritu nacional», «espíritu del pueblo». En verdad, se trata de conceptos tan distintos como antagónicos.
En el caso de Proust, el «cuerpo Francia» es un conjunto de «géants assemblages», «gigantescos ensamblajes», «gigantescas ensambladuras», «gigantescos conjuntos», «gigantescos ensamblados», de formas «inmensas y magníficas», semejantes a un océano cuyo oleaje puede romper contra acantilados y montañas próximas, provocando inquietantes destrucciones. Antes de enfrentarse con el cuerpo Alemania, precipitando «tormentas de acero», en la terminología de Ernst Jünger, evocando la misma guerra civil entre los pueblos europeos analizada por Proust de manera muy minuciosa, el cuerpo Francia estaba él mismo surcado por una inmensa diversidad de individualidades, al borde del precipicio trágico de la historia, con frecuencia.
El cuerpo Francia comienza por ser una figura compuesta por millones de pequeños polígonos de formas muy variadas. Los polígonos que componen esas figuras, las de Francia y Alemania, están formados por otras figuras que pudieran confundirse con los puntos de vista muy diversos de millones de individuos, agitados, como el mar, como el océano, por imprevisibles tormentas, de acero o ideas, agrietando y destruyendo los contornos de sus siluetas, su amenazada identidad, de aleatoria geometría humana y «nacional», contra los acantilados o fronteras estatales.
«La vie a beau être courte, que de choses nous aurons vécues,» escribe Marcel Proust a su amiga Madame Emile Strauss, uno de los modelos de Madame de Guermantes, aludiendo al affaire Dreyfus y la Gran Guerra, la Primera guerra mundial (1914 – 1918). Madame Emile Strauss, Geneviève Halévy, de soltera, casada en primeras nupcias con Georges Bizet, el compositor de Carmen, esposa de Émile Straus, abogado influyente de la familia Rothschild. Judíos de la más alta alcurnia e influencia. Durante el affaire Dreyfus (1894 – 1906), el gobierno se vio obligado a ofrecerles protección policial, acosados y amenazados por las turbas antisemitas. Sin llegar al activismo de Zola, publicando su legendario «J’Accuse…!» en el diario L’Aurore, el 13 de enero de 1898, Proust también fue un dreyfusard notorio.
Entre 1894 y 1906, el caso del capitán Alfred Dreyfus (1859 – 1935) dividió muy profundamente a Francia, víctima de una gravísima crisis de guerra civilísimo racista, antisemita. El joven capitán judío – alsaciano fue acusado de alta traición al Estado. La Constitución de la III República había suprimido la pena de muerte para castigar delitos políticos. Víctima de falsedades odiosas, considerado culpable de un delito de «traición a la patria», Dreyfus fue condenado «a la destitución de su grado, a la degradación militar y a la deportación perpetua en un recinto fortificado, en la Guayana». El alegato de Zola, denunciando la criminalidad de la razón de Estado, sacrificando a un inocente, iluminó por vez primera una división nacional dramática, enfrentando a primera sangre verbal a los dreyfusards (partidarios de Dreyfus) y los antidreyfusards (adversarios de Dreyfus). La defensa o condena de un militar de origen judío, condenado injustamente, enfrentaba a los partidarios de un nacionalismo anti semita muy violento y los partidarios de una Francia más tolerante, liberal y menos ultra nacionalista, adversarios de quienes utilizaban la «memoria histórica» anti semita con muy bajos fines «patrióticos». Proust fue un dreyfusard notorio. Abordando esa tragedia, la Recherche y su construcción catedralicia tienen un puesto esencial en la historia política de la lengua y la memoria social, colectiva, evidentemente diversa, plural.
Léon Blum, futuro presidente del primer gobierno del Frente Popular (1936 – 1937), llegaría a decir que las páginas consagradas en la Recherche al affaire Dreyfus son una obra maestra indispensable. Proust, por su parte, subraya la nobleza y lealtad de Jean Jaurès, «reconnue dans tous les partis», uno de los patriarcas fundadores del Partido socialista francés (PSF, 1902).
Si Madame de Guermantes y Charles Swann están convencidos de la inocencia del capitán Dreyfus, Monsieur y Madame Verdurin, antisemitas convictos y confesos, también sienten una debilidad por el bando dreyfusard, como el resto de los miembros del petit noyau, el petit groupe, el petit clan de fieles unidos tácitamente en su pasión esnob por un joven pianista protegido de la casa, de quién Madame decía: «Ça ne devrait pas être permis de savoir jouer Wagner comme ça !». En el bando opuesto, el padre del narrador reprueba el comportamiento e ideas de su hijo, Charlus es un anti Dreyfus notorio, y Albertine, el gran amor del narrador, forma parte de un círculo más o menos agresivamente contrario al capitán condenado injustamente. En sus atormentadas indagaciones sobre la vida y descarríos de Albertine, el narrador de la Recherche recuerda las investigaciones e instrucción del proceso Dreyfus.
El «cuerpo Francia» y sus «géants assemblages», sus «gigantescos ensamblajes», terminarán confundiéndose con la palabra y la memoria íntimas en Le temps retrouvé : «Combien de grandes cathédrales restent inachevées ! [ .. ] Je bâtirais mon livre, je n’ose pas dire ambitieusement comme une cathédrale, mais tout simplement comme une robe». En una carta dirigida a su amigo Jean de Gaigneron, en 1919, Proust es mucho más preciso: «Quand vous me parlez de cathédrales, je ne peux pas ne pas être ému d’une intuition qui vous permet de deviner ce que je n’ai jamais dit à personne et que j’écris ici pour la première fois : c’est que j’avais voulu donner à chaque partie de mon livre le titre : Porche I, Vitraux de l’abside, etc. pour répondre d’avance à la critique stupide qu’on me fait du manque de construction dans des livres où je vous montrerai que le seul mérite est dans la solidité des moindres parties. J’ai renoncé tout de suite à ces titres d’architecture parce que je les trouvais trop prétentieux».
Dicho de otro modo, Proust concibe una obra literaria donde los personajes y sucesos, íntimos y colectivos, las figuras individuales, geográficas, familiares, espirituales, históricas, los individuos, las familias y los pueblos se integran en un conjunto arquitectónico, catedralicio, cuya muerte y resurrección serán realidad perdurable a través de la palabra, el lenguaje, revelando hasta los últimos confines de la memoria, iluminando las figuras descubiertas en algunos trajes de Madame de Guermantes: «Ces robes de Fortuny, dont j’avais vu l’une sur Madame de Guermantes, c’était celles dont Elstir, quand il nous parlait des vêtements magnifiques des contemporaines de Carpaccio et de Titien, nous avait annoncé la prochaine apparition, renaissant de leurs cendres somptueuses, car tout doit revenir, comme il est écrit aux voûtes de Saint-Marc, et comme le proclament, buvant aux urnes de marbre et de jaspe des chapiteaux byzantins, les oiseaux qui signifient à la fois la mort et la résurrection…».
Muerte y resurrección que culminan con Le temps retrouvé, durante la legendaria matinée en casa de la Princesse de Guermantes, que ya es muy otra y ha perdido su glorioso esprit de otro tiempo, prolongación de la ironía, el sentido del humor y la gracia de los Rochechouart-Mortemart de Madame de Sévigné y Saint-Simon. El narrador envejecido se cruza, sin reconocer siempre, los personajes de un melancólico bal de têtes.
Hace años que terminó la Primera guerra mundial. La trepadora Madame Verdurin ha llegado a ser princesa de Guermantes, tras desposar en segundas nupcias a un aristócrata viudo. El narrador aspira a preservar su soledad, caminando entre sombras y fantasmas apenas reconocibles. Mariposean por los pasillos y salones ajadas muñecas de guiñol funerario, que en otro tiempo fueron jovencitas encantadoras. Antiguas cortesanas florecidas con los años, la sucesión de maridos y amantes, lucen el carmín de sus labios con el impudor de ancianas hipócritas y lascivas. Murciélagos y aves nocturnas revolotean entre las risas de arpías coqueteando con insectos carnívoros. La sutileza de afeites y maquillajes hace más visibles las máscaras y rostros agrietados por las arrugas. La nívea blancura de las canas, las cejas erizadas como espinos, la curvatura de las siluetas, el titubeo de las piernas vacilantes caminando con zapatillas de plomo hacia la tumba, componen el fastuoso ballet fúnebre del paso del tiempo.
Desde el principio al fin de la Recherche, las primeras palabras del amor, el deseo y la memoria traban para siempre los cimientos arquitectónicos de la catedral en construcción, cuyas vidrieras recuerdan los vestidos de Fortuny y sus aves pareadas (“les oiseaux accouplés”) que significan la muerte y la resurrección:
«Quelquefois quand, après m’avoir embrassé, elle ouvrait la porte pour partir, je voulais la rappeler, lui dire «embrasse-moi une fois encore»…
[ .. ]
«Or la recréation par la mémoire d’impressions qu’il fallait ensuite approfondir, éclairer, transformer en équivalents d’intelligence, n’était-elle pas une des conditions, presque l’essence même de l’œuvre d’art telle que je l’avais conçue tout à l’heure dans la bibliothèque?» [ .. ] «Si du moins il m’était laissé assez de temps pour accomplir mon œuvre, je ne manquerais pas de la marquer au sceau de ce Temps dont l’idée s’imposait à moi avec tant de force aujourd’hui, et j’y décrirais les hommes, cela dût-il les faire ressembler à des êtres monstrueux, comme occupant dans le Temps une place autrement considérable que celle si restreinte qui leur est réservée dans l’espace, une place, au contraire, prolongée sans mesure, puisqu’ils touchent simultanément, comme des géants, plongés dans les années, à des époques vécues par eux, si distantes — entre lesquelles tant de jours sont venus se placer — dans le Temps».
En el relato proustiano, las primeras palabras, «bésame», «embrasse-moi une fois encore», «bésame de nuevo», se confunden con la ilusión y los más íntimos anhelos. A lo largo de toda una vida, esa relación entre el deseo y las palabras («la realidad y el deseo» dice Luis Cernuda) sufre incontables metamorfosis, sin que se altere nunca su primera relación seminal; de ahí que, finalmente, siendo el beso y el abrazo de amor una de sus matrices, la Recherche también pueda leerse como un tratado amoroso que narra, a su manera, la historia de los orígenes y el descarrío mortal de las nociones de amor que contribuyeron a fundar nuestra civilización.
Las fuentes más antiguas de las distintas nociones del amor trabadas por Proust lo largo de su libro quizá sean de origen arábigo andaluz, mozárabe: la primera y esencial es evocada, en escorzo, a través del tema clásico de las aves pareadas (“les oiseaux accouplés”), decía, repito, una parábola sobre la muerte, resurrección y epifanía del amor. En la Recherche, los protagonistas de la historia de amor más importante del libro, la del narrador y Albertine, quedan unidos más allá de la muerte (tema central en la Égloga III de Garcilaso) a través de esa fábula. Proust descubre en los tejidos y vestidos de Fortuny las huellas de los arcos, bóvedas y capiteles de San Marcos, cuyas fuentes son parcialmente semejantes a las del gran arte andaluz y mozárabe de los siglos IX al XIII. Fortuny había retomado y hecho suyo un tema que Manuel Gómez Moreno estudió en su ensayo sobre las iglesias y el arte español de los siglos IX al XI, insistiendo con precisión en la importancia del tema de las aves pareadas en los capiteles de las columnas de algunas iglesias asturianas y leonesas del siglo XII. Tema de origen muy anterior en la geografía de al-Ándalus, tierra de tránsito entre el oriente persa y árabe y el occidente cristiano, cuyo amor cortés también estuvo precedido e influenciado, en cierta medida, por las nociones del amor fraguadas en el crisol de la lírica amorosa arábigo andaluza, que comienza con las jarchas y culmina con la síntesis conceptual del primero de los grandes tratados amorosos de nuestra civilización, El collar de la paloma (siglo XI), muy anterior a la Commedia dantesca (siglo XIV).
La palabra proustiana florece en la tierra siempre virgen del deseo y muy diversas nociones del amor: «Bésame». Sus frutos permiten construir la catedral forzosamente inconclusa e imperecedera del tiempo recobrado, expresión perdurable de Eros y Logos. Revista de Occiente, nº 494 – 495. Julio – Agosto 2022.
Creo haber sido el primero si no el único en leer la Recherche como un Tratado de amor:
Proust y el amor… Aves enlazadas en la catedral del tiempo.
Proust y el amor… Don Juan, seducido por una furcia, en el Faubourg-Saint-Honoré.
Irene says
Felicidades por este bello y original texto y su publicación.
Ilumina, junto a la relación intrínseca entre palabra y deseo, el lazo de la Historia en la Recherche, diría que obviada a menudo por los especialistas. Igual me equivoco, no sé, en todo caso, realzarla es necesario y de agradecer
JP Quiñonero says
Irene,
Gracias, gracias.
Sí … Proust y Blum hablando muy bien el uno del otro es una realidad que ha tenido pocos lectores… de hecho, el Proust autor de un tratado de amor tampoco…
Qué quieres…
Q.-
Ricardo Lanza says
Todo Proust -que nos dedicas y a mi mucho me place; hoy resulta alimento de mi día, ayuda que me anima a enaltecerlo- en ese texto, tan largo y tan profundo, pleno de remembranzas de la gran literatura, de avisos de la suerte de un país : arde la catedral que se ha hecho epítome del arte y la cultura de Occidente, queda ya abandonada, casi deshecha, esa serie incontable de iglesias del pueblo y de la aldea -¡cerca de veinte mil, sí 20.000, no hay exageración ni equívoco ambicioso, solamente en España!- en que una tradición que aún comparto, aunque en su esencia poco o nada crea, se va desmenuzando, se pierde y se deseca como menguan los restos de las olas que en la playa aterrizan y es allí su morir. Proust, estimado, a quien nos has devuelto, cien años ya que no está con nosotros, y su largo final en que lucha contra la muerte para acabar la OBRA, letra mayúscula que tiene, canto supremo a ese amor integral y polimorfo que, como bien afirmas, nace de lejos, viene del califato y el sufismo, trae el amor cortés que en la corte de Tolosa tuvo su asiento primigenio, y la dama elegida entrega al trovador que la corteja esa escala que a ella la conduce y la deifica… porque Proust es la trova y la palabra más mistérica, sacra escritura la que hizo y tu vas traduciendo, y así la aprovechamos; en realidad nos devuelves lo que podemos y debemos ya nombrar como Verbum Dimissum, la Palabra Perdida salvadora, la voz que le debemos… Gracias por todo ello, estimado.
Fina says
Oh Don Ricardo Lanza!!!!!!!!!!!!
¡Cuántas escalas le habrán tendido en esta vida…!
Es Ud. un Maestro en el arte del amor cortés…
Ante ciertos cantos supremos de amor, sólo cabe la rendición…
JP Quiñonero says
Ricardo,
Ah, el Proust de las aves pareadas del arte español del año mil …
Bueno… creo que la palabra / Palabra perdura … el Verbo contra la marcha saturnal de la historia… Sí.
Vamosssss
Q.-
Fina says
Quiño!!!!!!!!!!!!
Qué precioso ensayo has hecho sobre Proust!!!
De la emoción me quedé sin palabras…GRACIAS Y FELICITACIONES!!!!!!!!!!
¡Ay, el Amor! EROS y LOGOS. ¿Hay algo mejor en esta vida?
Quiño, que no te canses mucho haciendo tantos kilómetros y que te vaya todo muy bien, según tus planes y deseos.
No te puedo imaginar quieto, inmóvil en un sitio. Si no me equivoco, lo tuyo es la acción…
Siempre palanteee…!!!!!!!!!!
JP Quiñonero says
Fina,
Proust … llevo años y años dándole vueltas…
..
Efectivamente, el vagabundeo me va.
Ayer fue un día muy cansino. A ver hoy.
Palanteeee
Q.-
Fina says
Quiño,
Te deseo muy buenos días!!!
Me encanta verte dándole vueltas a Proust…😃
Ánimos y palanteee…!!!
JP Quiñonero says
Gracias, Fina, graciasss …
Ando vagabundeando por Barcelona … un lío … pero, bueno, descubro nuevos mundos…
Q.-
José says
Un buen paseo a través de tu artículo ensayo por la literatura historia de una Francia descrita por escritores importantes. Una alta burguesía emparentada con lo mejor de lo mejor intelectual artístico económico del siglo XIX acabado a principios del XX o mejor en el 45 o en el 47 cuando Francia e Inglaterra empiezan a renunciar perder sus joyas coloniales. Proust se movió por las nubes del amor de la política del arte y de la cultura en un mundo que iba a desaparecer. Hasta los prostíbulos que visitaba eran obras de arte. Celine nos describe un mundo de una mayoría uniformada y descamisada que vive en las instituciones esclavizados con promesas de riquezas que casi nunca llegan. El mundo de Celine permanece. El de Proust se ha transformado la nueva aristocracia burguesa es cutre la mayor parte del tiempo lo pasa restregándose en dinero acumulado y engañando alumnas os para que los masajeen. Hijos de reinas nuevos ricos famosos unos amores pre nucleares masificados. Si en el XIX solo los supramacistas tenían balas hoy casi todos tienen ojivas nucleares. Podrá el arte retratar esta época y sus consecuencias.
JP Quiñonero says
José,
Algo así …
Bueno … es lo que hay …
Quizá echo en faltas ambiciones de esa envergadura, en nuestro tiempo … quizá existen, pero quizá están eclipsadas por las nubes y tormentas de nubes tóxicas permanentes, a mi modo de ver…
Vaya usted a saber,
Q.-
Fina says
Josep,
Me pregunto si quedará algo que retratar de esta época pre-nuclear…
Entretanto…mejor endulzarse con chocolate con churros.