
RCh por Timoteo Perez Rubio, Roma, 1925.
En su libro «Españoles de tres mundos», presentando su visión personal de Bécquer, Rosalía de Castro, Ramón Menéndez Pidal, Antonio Machado, Pedro Salinas, Neruda, Lorca, Alberti, Aleixandre, Pablo Casals, Picasso, entre otros grandes maestros de la cultura española contemporánea, Juan Ramón Jiménez consagra un capítulo muy simpático y entusiasta a Rosa Chacel, «heroína criminal de amor».
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«Llamé héroes, escribe Juan Ramón, a los españoles que en España se dedican más o menos decididamente a disciplinas estéticas o científicas. Ambiente inadecuado, indiferente, hostil como en España, no creo que los encuentre el poeta, el filósofo, en otro país de este mundo».
Ramón Gómez de la Serna, Ortega, Alberti, Jorge Guillén también escribieron sobre Rosa cosas igualmente entusiastas e indispensables.
Décadas más tarde, entre el exilio y sus regresos a España, la obra de Rosa continuó creciendo: ocho novelas, cinco libros de cuentos, tres libros de versos, seis libros de ensayos, siete libros biográficos y diarios…
A partir del Premio de la Crítica concedido a «Barrio de Maravillas», que tuve el honor de presentar, en «Cuadernos Hispanoamericanos» y en una librería del madrileño bulevar de Alberto Aguilera que dirigía Julia Escobar, comenzó un inconcluso proceso de reconocimiento, que culminaría con sus Obras completas y la publicación de numerosos estudios consagrados a su obra.
Me atreveré a decir, sin embargo, que «Íntima Atlántida. Vida de Rosa Chacel» (Taurus), de Anna Caballé, permite iniciar, por vez primera, el rescate quizá definitivo de la autora de «Memorias de Leticia Valle», por una razón muy simple: ese libro desmenuza y reconstruye por lo menudo la vida más íntima de Rosa, indisociable de la tragedia de su concepción panteísta del amor, carnal y espiritual, masculino y femenino, siguiendo con precisión y rigor un laberinto de intimidades que fueron, en muchos casos, la semilla que fecundó la obra de Rosa.
No creo equivocarme afirmando que, para mi sensibilidad, «Íntima Atlántida» quizá sea el libro más importante de Anna Caballé, biógrafa emérita y como tal reconocida, autora de estudios indispensables sobre Paulino Masip, Unamuno, Francisco Umbral, Carmen Laforet, Victor Català, Concepción Arenal, que ha sido, hasta ahora, su biografía de referencia mayor. No olvidaré sus ensayos, sus trabajos e investigaciones sobre la escritura biográfica y autobiográfica. Anna ha trabajado trece años en su biografía de Rosa. Ahí es nada… Su obra permite comenzar a comprender que, en verdad, el conocimiento de la intimidad carnal y espiritual de la autora de «Saturnal» es indispensable para comprender cuestiones esenciales de su poesía, su narrativa, sus ensayos y diarios, indisociables de la historia social, cultural, incluso política de España, las Españas, diría Juan Ramón.
Anna subraya la sensibilidad libertaria de Rosa. Cuando Federica Montseny, figura histórica de la CNT y la FAI, fue nombrada ministra de Sanidad y Asistencia Social, Rosa se apresuró a visitarla y ofrecerle sus servicios de joven escritora entusiasta. «Temo que no comprendió mi proposición», me comentaría décadas más tarde, en su apartamento de paso en la madrileña calle de Ayala presidido por su gran retrato, obra de su esposo, Timoteo Perez Rubio. Inconclusa la tragedia de la guerra, Rosa comenzó a colaborar en «Hora de España», la célebre revista publicada en Valencia y Barcelona, entre enero de 1937 y enero de 1939. La sensibilidad libertaria de Rosa chocó muy pronto con la de Arturo Serrano Plaja, uno de sus directores, muy próximo al PCE de la época, consumando una ruptura. María Zambrano tomo partido por Serrano Plaja, Cernuda recordó en un poema legendario el comportamiento de los comunistas en Madrid, Valencia y Barcelona. Esa ruptura de la Rosa libertaria con la izquierda socialista y comunista pesaría mucho en su aislamiento, durante mucho tiempo. Anna ha reconstruido esa historia con precisión académica.
La política «solo» era una de las cosas que «iban mal» en España. «Entre las cosas que andan mal en España -desde hace siglos- la que peor anda, no cabe duda, es el eros», escribe Rosa en las primeras páginas de «La confesión». Rosa estuvo afiliada como simpatizante al madrileño «Círculo lésbico» de su juventud, al que alude de elíptica manera en algunos de sus libros. Y descubrió el amor carnal y espiritual en brazos de su futuro esposo, Timoteo Pérez Rubio, un hombre de un exito muy llamativo entre las mujeres de la más diversa condición y proximidad familiar a Rosa. Mal casada, como reconocería más tarde, vivió un periplo amoroso por París, Roma y una pequeña ciudad francesa, norm anda, Le Treport, inmortalizada por Timo con un óleo célebre, propiedad del Reina Sofía. Tuve una casa muy próxima al Treport y frecuenté el puerto y el acantilado que admiró Rosa. Cuando le conté mi descubrimiento me pidió con urgencia: «¡Envíame fotos..!». Timo traicionó a Rosa durante décadas. Ella tuvo alguna aventura masculina en Berlín y relaciones íntimas, no forzosamente carnales, con amigas lesbianas y no lesbianas, de Concha de Albornoz a Fernanda Monasterio. Sin embargo, hasta el fin, guardó una visión olímpica del padre de su hijo, al que consagró un libro importante. Rosa cuenta en sus diarios cual fue mi papel en el montaje y difusión de la primera exposición de Timo en los bajos de la Biblioteca Nacional, tras su vuelta, intentando comprender esa tupida trama de relaciones que fueron la culminación, en bastante medida, de la gran ambición de Juan Ramón, Ortega y Rosa: «Reconstruir la arquitectura espiritual de España», precisa el autor de «Espacio», el poema más importante escrito en español en el siglo XX, a juicio de Octavio Paz.
Esa arquitectura espiritual del Juan Ramón de la madrileña Colina de los Chopos fue víctima, durante siglos, estimaban Rosa y Ortega, así mismo, de la Picaresca, una ética y una estética desalmadas, de Quevedo a Cela. Cuando habla del «estilo noble castellano», Juan Benet plantea el mismo problema de fondo.
Recordando el artículo donde comparo a Rosa y Mercè Rodoreda con Virginia Woolf y Marguerite Yourcenar, y citando dos de mis libros donde reconstruyo esa historia, escribe Anna Caballé: «Quiñonero ha recordado como para la escritora, al igual que antes para Verdaguer, Manuel de Falla o Ramón Gómez de la Serna, el concepto de Atlántida tenía un alcance poético-histórico y podía proyectarse al propio ser de España, concebida como un continente de tesoros potenciales y desconocidos para sí misma que habría que rescatar de su propio sueño dormido en el fondo del mar». Anna nos ayuda a comprender que toda la obra de Rosa, Íntima Atlántida, está consagrada al rescate y reconstrucción de una arquitectura espiritual indispensable como matriz de la identidad espiritual e histórica de los hombres y las mujeres de los pueblos españoles. ABC, ‘Íntima Atlántida. Vida de Rosa Chacel’, de Anna Caballé: arquitectura carnal y espiritual + PDF.
Quiñonero y el rescate de Rosa Chacel, Mercè Rodoreda y Eduardo Blanco-Amor.
Rosa Chacel: eros / sexo siguen siendo el primer problema de España.
Reconstrucción de la arquitectura no solo constitucional de España: el modelo Rosa Chacel.
Rodoreda, Mercè, Marguerite, Virginia, Rosa y yo.
Vísperas del 20D… Recuerdo a Rosa Chacel construyendo el alma de Leticia Valle.
Vísperas del 20D… Recuerdo la Teresa Mancha de Rosa Chacel.
Vísperas del 20D… Recuerdo el Barrio de Maravillas de Rosa Chacel.
Mercè Rodoreda, Rosa Chacel y Quiñonero.
El 2 de mayo, Rosa Chacel, Rodoreda y los genios del lugar.
Chacel, Rodoreda, Yourcenar, Woolf y otras hilanderas.
La bella, la madre y sus hijos, Rosa Chacel, Timoteo Pérez Rubio, el Tréport…
Con Rosa Chacel y María Zambrano, en París.
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