Galerie Vivienne, 22 septiembre 2015. Foto JPQ.
Quizá se trate -por mi parte- de un nuevo homenaje al Benjamin de los Pasajes.
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Galerie Vivienne, 22 septiembre 2015. Foto JPQ.
Los legendarios pasajes de París se han convertido en el último chic urbano de la capital, reconvirtiendo viejas y difuntas galerías comerciales en espacio de ocio, recreo y vagabundeo esnob.
Los grandes arquitectos que refundaron París, entre mediados y fines del siglo XIX, crearon un espacio urbano que fue, en tiempo, lo más selecto del comercio parisino: pasajes y galerías, cubiertas, entre dos edificios.
Pasajes y galerías concebidos con dos objetivos estratégicos: ofrecer a la nueva burguesía emergente nuevos espacios de solaz; presentar las primeras y más selectas vitrinas del incipiente comercio de masas. Walter Benjamin llegó a pensar que esos pasajes y galerías parisinas estaban llamadas a ser la encarnación más emblemática del capitalismo del siglo XX.
Tras una larga decadencia e interminable agonía, los dos centenares cortos de pasajes y galerías construidos a mediados del XIX, comenzaron a sufrir una crisis que parecía preludiar su defunción definitiva.
A principios del siglo XXI, pasajes y galerías parisinas han comenzado a renacer con nuevos rostros y nueva identidad. A dos pasos de la suntuosa plaza del Palais Royal, el pasaje / galería Vivienne nos habla del renacimiento de unos espacios de nuevo cuño, encarnación de las más altas sofisticaciones de nuestro tiempo.
¿Cómo se consuma esa metamorfosis? Modernizando viejos cafés que tienen siglo o siglo y medio de historia, adaptándolos a los gustos de una clientela cosmopolita. Transformando las viejas tiendas de “novedades” para difuntas señoras bien de mediados del XIX en tiendas de ultra moda radical, donde se exponen creaciones de jóvenes modistos japoneses, californianos o senegaleses. Introduciendo nuevos espacios de ocio y recreo para los usuarios de las nuevas tecnologías, permitiéndoles dialogar en tiempo real con una novia que vive en San Francisco, tomando un helado italiano o saboreando una hamburguesa “auténticamente californiana”, pero con perfumes de la Provenza.
No todos los pasajes / galerías tienen al altísimo grado de sofisticación de la galería / pasaje Vivienne. Otros pasajes han asumido otras especialidades. En el pasaje de los Panoramas han florecido tiendas consagradas al turismo de masas, proponiendo “otros” artículos: recuerdos tradicionales, sin duda; pero realizados con técnicas artesanales. En la galería Colbert se han instalado anticuarios y libreros de viejo. En la galería del Lido, en los Campos Elíseos, el ultralujo se ha adueñado de las viejas tiendas de otra época, para transformarlas en bazares para musulmanas ricas, adictas a la lencería sexy.
Se trata de una metamorfosis urbana, cultural y estética. Las viejas galerías comerciales se han convertido en espacios de recreo, donde se come, se bebe, incluso se fuma la cachimba, maquillando los viejos decorados al gusto de la burguesía de mediados del XIX, para transformarlos al gusto de la clientela cosmopolita de principios del XXI. Los sombreros de copa han sido sustituidos por gorras Stetson. Los pantalones vaqueros, deslavados y agujereados, son ahora compatibles con joyas de cierto valor. La gran prensa burguesa ha sido suplantada por ordenatas y tablets para seguir lo que ocurre en Milán, Tokio o Berlín, mientras se degustan los viejos platos de la tradición local, aligerados de salsas para adaptarse a la dietética del momento.
Allí donde Benjamín veía pasearse, sonámbulo, al Ángel de la historia de Klee, el viajero cosmopolita descubre hoy el encanto del interiorismo de finales del XVIII maquillado y perfumado con tubos fluorescentes y esencias que llegan de la Costa Azul con nombres orientales.
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Pablo Cano says
Hay también, en el «barrio japonés», el bello Passage Choiseul, en el que Céline pasó parte de su infancia (de los 5 a los 13 años) y cuya decadencia describió en «Mort à crédit» llamándolo «Passage des Bérésinas».
«Pour parler de notre Passage Choiseul, question du quartier et d’asphyxie : le plus pire que tout, le plus malsain : la plus énorme cloche à gaz de toute la Ville Lumière !… trois cents becs Auer permanents !… l’élevage des mômes par asphyxie !»
(D’un château l’autre)
«Moi, j’ai été élevé au passage Choiseul dans le gaz de 250 becs d’éclairage. Du gaz et des claques, voilà ce que c’était, de mon temps, l’éducation. J’oubliais : du gaz, des claques et des nouilles. Parce que ma mère était dentellière, que les dentelles, ça prend les odeurs et que les nouilles n’ont aucune odeur.»
(Cahiers Céline 2)
Si lo viera hoy le costaría reconocerlo…
Céline vivió en el nº 67 (que hoy son los camerinos del teatro des Bouffes Parisiens y luego en el nº 64, que es una tienda de ropa).
El lejano says
Alias El lejano…
JP Quiñonero says
Pablo, El Lejano,
Ah… te agradezco un montón ese recuerdo erudito del Passage Choiseul, por el que siento una debilidad grande, desde hace años. Llegué allí siguiendo las huellas de Céline, claro, hace siglos. Terminé rindiendo un homenaje íntimo y secreto: Dark Lady, Nerval y las hadas heroinómanas,
Q.-