Qué tiempos aquellos… Foucault, Althusser, sado masoquismo, locura y filosofía.
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TRAJES DE CUERO Y CLAVOS DE HIERRO
Nuevas revelaciones sobre los capítulos más oscuros de la vida íntima de uno de los últimos grandes filósofos franceses, Michel Foucault (1926 – 1984), caído del estatuto de genio tutelar al de gurú de un “gineceo” de jóvenes discípulos y amantes, homosexuales y drogatas, que hoy miran hacia atrás sin ira ni nostalgia.
Durante los años 60 y 70 del siglo XX, Foucault ocupó en Francia un puesto excepcional, presentado como uno de los grandes “gigantes” del pensamiento de su tiempo. Ese estatuto comenzó a vacilar cuando Foucault publicó sus primeros panegíricos de la revolución islámica protagonizada por el ayatolá Jomeini, saludado como el profeta de una revolución “liberadora”.
Años más tarde, comenzaron a publicarse revelaciones sobre los hábitos sexuales de Foucault, homosexual sado masoquista, presto a perderse en los barrios bajos del París musulmán para recibir “palizas amorosas”, o a viajar a los barrios gay de San Francisco, disfrazado con trajes de cuero y clavos de hierro.
GINECEO Y VIAJES
Se publica ahora un testimonio mucho más íntimo. Mathieu Lindon, amigo, amante ocasional y discípulo incondicional, publica una “novela” descubriendo capítulos mal conocidos de la intimidad de Foucault. El testimonio de Lindon tiene una importancia particular: su padre, Jérôme Lindon, fue el editor de Beckett y la escuela del Nouveau Roman; su amigo y amante le abrió su lecho y la intimidad de su “gineceo” intelectual y sexual.
Sin ira, seducido, siempre, Mathieu Lindon vuelve al domicilio donde Foucault vivía con uno o varios amigos (Hervé Guibert, Daniel Defert, él mismo), iniciándolos a la promiscuidad sexual y el consumo de drogas.
DE LA PROMISCUIDAD A LA TRAGEDIA
Lindon cuenta con detalle como Foucault proponía “trips” / viajes en pareja o en grupo, con ácido (LSD), heroína, opio u otras drogas menos duras, para explorar colectivamente nuevas sensaciones, nuevos territorios de la más diversa sensibilidad. No es un secreto que, por aquellos años (finales de los 70, primeros 80), la promiscuidad sexual comenzó a provocar los primeros estragos del SIDA, que también se llevó a varios de los amantes ocasionales de Foucault, precisamente.
Lindon recuerda que él mismo era considerado, por entonces, como “un mariquita, drogata y amigo de Foucault”. Su recuerdo de aquellos años deja al descubierto una tela de araña de oscuras relaciones, en las fronteras de lo inconfesable, ofreciendo el rostro patético de un Foucault perdido entre varias vidas incompatibles: la del “sabio” oficial, y la del homosexual sado masoquista, coqueteando en la intimidad con una promiscuidad sexual que terminaría siendo fatal, trágica. [ABC, 11 enero 2011. JPQ, Michel Foucault, al descubierto].
- Pensamiento, Libros y Personajes en este Infierno.
Carmen says
Q-,
a mí lo que más me incomoda en estos casos no son las modalidades infinitas del placer privado, sino la terrible atracción que ejerce el Poder (en este caso intelectual y social)en las cuestiones supuestamente amorosas. Esos mismos jóvenes quizás se hubiesen reído de alguien ataviado de tal guisa, obrero de la construcción, por ejemplo. Y ni por asomo hubiesen considerado atractivo a Foucault sin ser el supremo intelectual Foucault. El Poder, siempre el Poder, qué aburrimiento, sobre todo en estas cosas…
Carmen
msrcelo says
Mira maestro aparte de tu actitud de fisgoneo no entiendes que el poder en los análisis foucault es un derivado de la relación saber y verdad , en el la verdad deja de ser aquella busqueda romantica de una revelacion para ser mejores y volverse sabios , la triada saber , verdad y bondad de la tradición Platónico -cristiana es cuestionable y da paso a una verdad como sinónimo de poder o más propiamente voluntad de poder una relacion semiótica de la violencia en la sociedad diciplinaria que busca el cumplimiento de un deber moral y un orden politico. En el el saber es una estrategia en una lucha en orden discursivo, como enfrentamiento de grupos o clases, no una cursilería llamada revelación.
JP Quiñonero says
Carmen,
Es difícil imaginar, hoy, la soberbia de Foucault y sus boys, por aquellos años.
Ejercían el poder intelectual con una arrogancia jupiterina… una me objeción, una duda, una reserva, y el Maestro o su guardia pretoriana caían sobre quien se atreviese a dudar, de él, de ellos o de sus sentencias, con una violencia verbal implacable.
Lo que este libro recuerda es que Foucault ejercía sobre sus íntimos (lo que yo llamo gineceo) un poder indisociable de la superioridad intelectual, puesta al servicio del vagabundeo erótico más selectivo: él y Barthes estaban rodeados de una nube de jóvenes que corrían tras ellos aspirando a recibir, al mismo tiempo, la doble bendición carnal e intelectual.
Barthes era más bien “soft”, mientras que Foucault iba de duro, con cuero y clavos, efectivamente, llegado el caso. A título individual, personal, efectivamente, la cosa me deja indiferente: hay directores de periódicos que dan lecciones de moral tras haber sido fotografiados en paños menores con falos de caucho y señoritas en paños menores. Vale. Confieso, sin embargo, que, en el caso de Foucault y esos bajos mundos franceses, la cosa me irrita profundamente, por una razón casi personal… ¡fui un gran lector y admirador de los libros de Foucault y Barthes…!!!
El talento de los señores me imponía un respeto inmenso. Ya en París, comencé a descubrir miserias de ese tipo. Todo comenzó, quizá, cuando Althusser ¡estranguló a su mujer! Poco antes o poco después, Foucault comenzó a delirar haciendo la apología del ayatolá Jomeini… Cómo recuerdo una cena, en La Coupole, en la que Rosa Montero se puso a delirar haciendo la misma defensa… cenábamos con César Lucas, Feliciano Fidalgo y mi hermana.
Siglos después, las mismas historias siguen por contar. Perdón por el tostón,
Q.-
Paco says
Estimado Sr. ¿Qué pretende usted descubrir? ¿Qué ha descubierto usted de Foucault que no se supiese? ¿Acaso no tiene usted también una zona oscura, como es el caso de la mayoría de los mortales? ¿Qué importa esa zona oscura, si nos empeñamos en caracterizarla así, a la hora de evaluar su obra y su pensamiento? ¿Acaso es Foucault responsable del uso de sus ideas que hacen homosexuales o heterosexuales, drogatas o defensores de la ley antitabaco? ¿Cree usted que realmente los escritos sobre Irán pueden utilizarse para poner en duda la contribución de Foucault a la filosofía? ¿Qué coño nos importan sus relaciones de alcoba o sus contactos sadomasoquistas a aquéllos que leemos sus libros? «…el rostro patético de un Foucault perdido…» Por Dios, cuanta moralina anda suelta por estas redes…Leamos a Foucault, señor mío, y después, si quiere, hablamos… Un saludo… Paco Fernández
msrcelo says
Bien maestro, dices bien no puede reducirse la obra de un pensador a sus intimidades sexuales ni sus intereses particulares un ejemplo lo tenemos en México con sabines poeta de los amorosos no por ser prista vale menos du obra poética.
JP Quiñonero says
Paco,
Creo que no me he explicado bien. Lo diré de otro modo…
1. Las majaderías de Foucault sobre Jomeini empañaron su genialidad presumida. La empeñaron de muy mala manera: dar lecciones de moral y liberación esgrimiendo la bandera del ayatolá Joeimi fue algo peor que una majadería, me temo.
2. Los hábitos sadomasoquistas de Foucault dejaron al descubierto una doble moral teñida de hipocresía. Humanas debilidades, que si afectan mucho a la credibilidad intelectual de quien pretende roturar terrenos indisociables de la moral pública, justamente.
3. El caso del genio / maestro ilustre que utiliza su genialidad y magisterio para llevarse al catre a los alumnos / as más guapos / guapas y fieles, no es nada nuevo, en efecto. Pero también desluce el el aura carismática del personaje, dejando al descubierto un rostro tirando a chulesco, que cada cual juzgará a su manera.
4. Leer a Foucault fue una de mis grandes debilidades adolescentes. Lo leía incluso en el calabozo de cuartel militar donde pasé agradables meses de involuntario asueto.
5. Last but not least, visto y escuchado de cerca, en París, la soberbia jupiteria de Foucault y sus boys chocó muy pronto con mi papanatismo pueblerino. Althusser estrangulando a su esposa y Foucault ensalzando al ayatolá Jomeini terminaron por empañar la imagen de mis lecturas adolescentes.
Perdón por el tono una miqueta “enérgico” de la cosa: se trata de muy viejas historias, para mí, hélas,
Q.-
PS. Confieso ser muy sensible a las cosas de la moral, y, en particular, la moral pública: la hipocresía, el doble lenguaje, la seducción de menores desde el púlpito, me parecen cosas mucho peores que la moralina; se me antojan cosas inmorales.
JP Quiñonero says
Msrcelo,
Sobre los aspectos un poco peor que delirantes del pensamiento de Michel Foucault quizá uno de los capítulos más delirantes son sus exégesis del pensamiento revolucionario del ayatolá Jomeini y la tiranía de los ayatollah iranís, que puede leerse con provecho en su libro Dits et écrits: (1980-1988)…
“Seamos claros: por “gobierno islámico” nadie en Irán entiende un régimen político en el que el clero juegue un papel de dirección…” [ .. ] “No solo volver al Islam del Profeta… avanzar hacia un punto luminoso y lejano… búsqueda de un ideal… valorizar el trabajo… las libertades serán respetadas… las minorías serán protegidas… no habrá desigualdad entre el hombre y la mujer… como prevé el Corán, cada cual podrá pedir cuentas al gobierno…”
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Dits et écrits: (1980-1988).
Los placeres sadomasoquistas de Foucault con sus discípulos más jóvenes merecerían un capítulo negro sobre sus concepciones íntimas en materia de “poder” y “autoridad”,
Q.-