
Roma, 7 abril 2005. Foto JPQ.
Apenas han pasado veinte años…
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Aquel mes de abril estuve en Roma y Monte Carlo, alojado en grandes hoteles de lujo, para cubrir dos acontecimientos: la muerte del príncipe Rainiero y la muerte de Juan Pablo II.
Mis jefes de la época me pedían crónicas de sociedad inconfesablemente frívolas, para «dar color» a la crónica de la actualidad pura y dura, que escribían los colegas del ramo.
Mi visita al cementerio romano de Campo Verano tuvo una importancia íntima desde la óptica intelectual. El Hôtel de París de Monte Carlo fue propicio a encuentros íntimos de otra naturaleza.
Encuentro mortal y rosa en la piscina del Hôtel de Paris de Monte Carlo.
El Papa, Rainiero y la fe mesiánica de los constructores de Estados o religiones.
A espaldas de Rainiero: el lujo de huir de Mónaco a San Sebastián.
Un arte de vivir y morir con gracia y en gracia … Roma, cementerio Campo Verano.
Santayana, una mañana de abril.
Juan Pablo II, Plotino y la resistencia contra el Dolor.
Juan Pablo II, los dioses del panteón greco latino y los diosecillos mercantilistas.
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