La política francesa ha descendido varios peldaños, camino del infierno incendiario de “la intromisión en la vida privada”.
Varios líderes socialistas están utilizando con ánimo desestabilizante los problemas matrimoniales de Nicolas Sarkozy, ministro del interior, acusado a “media voz” de traicionar ocasionalmente a su esposa, Cecilia, lejana descendiente de Isaac Albeniz.
Se trata de una evolución inflamable del comportamiento político. Durante muchos años, el hijo de Giscard con una (hoy) conocida euro diputada, los (lejanos) escarceos de Chirac con una celebérrima actriz italiana, las aventuras de Mitterrand con una periodista sueca, el hijo de la esposa de Lionel Jospin, o las aventuras homosexuales de varios ministros (socialistas, casados, con hijos e hijas), jamás fueron utilizados como arma política envenenada.
El caso Sarkozy / Cecilia aporta novedades sensibles, difundidas por la prensa más selecta, con palmaria hipocresía. Sin embargo, ese incipiente comercio político / sexual todavía está muy lejos de las cosas que se cuentan en privado sobre el comportamiento de algunas delegaciones de gobiernos regionales carpetovetónicos. Y no es fácil que alcancen las cotas escabrosas de las historias que la severísima BBC cuenta sobre el comportamiento de algunas secretarias británicas, dispuestas a trepar y enriquecerse con rapidez, en el lecho.