Sin hacer psicoanálisis de la peor especie (y, siendo lector devoto de las desventuras de Lolita, siento la tentación de gritar: “¡Abajo la secta vienesa..!”), quizá no sea excesivo pensar que la tiranía religiosa islámica impone a muchas mujeres iraníes o libanesas -por no hablar de la condición de la mujer en todos los países musulmanes- una dolorosa dictadura, que no todas las mujeres libanesas o iraníes soportan; ya que muchas de ellas son capaces de tirarse a la calle pidiendo libertad para sus almas y sus cuerpos, en flor.
De ahí que la vida íntima de muchas mujeres musulmanas jóvenes quizá esté atormentada por fantasmas de miedo, angustia, terror, sexualidad y libertad, anhelada. En mi adolescencia, era de buen tono entre los jóvenes ilustrados leer libros como el de Xavière Gauthier sobre Surréalisme et sexualité. Hoy, la atormentada emancipación en curso de las mujeres musulmanas reinstala la sexualidad femenina en las fuentes bautismales de una revolución cultural cuyo triunfo o derrota quizá pueda afectar al destino mismo de las civilizaciones.