C* nos visita por sorpresa y tomamos con ella unos vasos de vino (Somontano), en el salón, rodeados de cajas por abrir, montones de libros por clasificar y cuadros por colgar; pero felices, cuando cae la tarde y las últimas luces del día nos invitan a las confidencias.
Pensaba estudiar historia del arte —-nos dice—-, pero no sé si esa carrera existirá todavía dentro de unos años. Mis padres me dicen que una licenciatura de ese tipo no tiene salidas. No sé que haré. No sé que me dejarán hacer. ¿Existirá mañana una carrera universitaria de historia del arte…?
C* ha pasado unos días en Ámsterdam, donde ha visto la magna exposición consagrada a los dibujos y grabados de Van Gogh. Y vuelve encantada. En sus libros de historia del arte, apenas hay referencias a esa faceta del genio, que, sin embargo, a la luz de la obra que vendría, quizá fuese algo determinante. Algo semejante ocurre con Velázquez: NO sabemos nada de sus largos años de aprendizaje, en Sevilla, dibujando, dibujando. NO queda prácticamente nada de los millares de dibujos realizados por el joven sevillano que llegaría a ser Velázquez.
Que la disciplina universitaria de la historia del arte esté en cuarentena, en Caína, “a la espera del encaje que el gobierno consiga encontrarle”, quizá anuncie un futuro más negro. No sabemos nada de los dibujos de Velázquez y apenas comenzamos a descubrir los dibujos de Van Gogh. Franceses e italianos, por el contrario, consideraron, siempre, que el dibujo es un “destello de la divinidad”. Jean Clair me comentaba, hace años, que, en verdad, en las escuelas de bellas artes de nuestro tiempo, el marketing ocupa un puesto eminente que no siempre tiene el dibujo.
Tras la primera botella, C* se anima, abre el catálogo que ha comprado en Ámsterdam y nos lee en francés una frase del último Van Gogh: Mourir n’est peut-être pas aussi difficile que vivre. Sentencia incomprensible para muchos “artistas contemporáneos”, para quienes el marketing y la “cota” son mucho más atractivos que el temblor del lienzo o el papel en blanco. En nuestro tiempo, a ningún artista se le ocurriría un tema como el de Rafael: imaginar a Moisés imaginando a Dios a la imagen y semejanza de un hombre capaz de ser un hombre, la naturaleza tomando conciencia de sí misma (ER dixit. Ver: España, Cataluña, el País Vasco y su geopolítica, vistas por Élisée reclus)