Op.
En Caína, el vecino se queda con el agua del vecino para cultivar los eriales propios con el agua de nadie, que todos malversamos cuando no emponzoñamos para dar de beber y comer agua podrida, con el biberón.
Don Antonio, que bien conocía las tierras de Alvargonzalez, lo decía de esta manera:
son tierras…
por donde cruza errante la sombra de Caín.
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El hombre de estos campos que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra.
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