HR,1891. Óleo / tela, 129.8 x 161.9. National Gallery, Londres
Henri Rousseau, a quien Alfred Jarry bautizó “aduanero”, por razones que se me escapan, fue celebrado hasta la leyenda por Apollinaire, Picasso, los Delaunay, Kandinsky, y ocupa un puesto singular y misterioso en la historia del arte. Tras el desayuno con Edouard Balladur, me doy una vuelta por el Grand Palais y me sorprende la “oportunidad” de presentar con mucha pompa la selva feroz imaginada por Rousseau. Nunca salió de París, pero pintó incontables y misteriosas selvas de encantadores de serpientes y ensangrentados combates entre fieras. Si uno de sus tigres se escapase del Grand Palais y pudiera deambular, solo, por la selva urbana de Líbano-sur-Seine quizá pidiera al cielo volver a su paraíso encantado y artificial.
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- LsS (1). Educados en el odio y la música sucia.
- LsS (2). Caminos de la selva urbana.
- LsS (3). Stalin, musulmanes y animistas errantes en el infierno urbano.
- LsS (4). Desertización de los hogares y almas muertas.
- LsS (5). Sexo, vídeo, rap…
- Líbano-sur-Seine (y 6). El Sacré Coeur y un Holocausto desalmado.
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