Anjel Lertxundi, “un nombre inevitable en las letras vascas”. Testigo y protagonista de una gran aventura generacional. Gastrónomo y cocinero emérito. ¿Habrá primavera política vasca? ¿Se corresponderá la esperada primavera política con otra primavera cultural?
José Carlos Mainer afirma que Euskadi ha vivido durante muchos años lo que él llama una cierta “esquizofrenia cultural”. Pero estima que tal situación, compleja y dramática, ha dado una literatura de gran calidad. ¿Cuál es su opinión sobre tal “enfermedad del espíritu”, si es que puede calificarse así la “esquizofrenia”.
La creación cultural nace siempre de una vivencia esquizofrénica de la realidad, pero no creo que establecer una relación causa-efecto entre sociedad conflictiva y calidad literaria explique sin más los fenómenos artísticos. Puede ilustrar alguna de sus características, pero nunca la entiende en su totalidad y corre, incluso, el peligro de desenfocarla. Por ello, es preciso buscar las causas y explicaciones generales —si las hubiere— debajo de lo que la hojarasca mediática y política ofrece. Adelanto algunas cuestiones que considero importantes para el debate: la postración en la que estaba la lengua vasca; los problemas de ‘visibilidad’ que, a pesar de los evidentes logros, tiene en su propio país; la convivencia siempre difícil entre lengua minoritaria y lengua hegemónica; la necesidad de un discurso cultural integrador y de futuro que supere, con independencia crítica, las interferencias de la cotidianidad política; el equilibrio entre la defensa de lo particular y la búsqueda de lo universal; la necesidad de una homologación literaria con marca propia.. Como ciudadano vasco, no soy ajeno a las cuestiones cívico-políticas de nuestra reciente historia, pero en mi trayectoria literaria de escritor en lengua vasca son sobre todo esas cuestiones que acabo de apuntar las que menos afloran en el debate y que quizá ayuden a matizar lo que afirmaba el profesor Mainer.
Bernardo Atxaga analiza con muchísima cautela lo que él y el New York Times llaman “primavera vasca”. ¿Qué frutos culturales espera usted de tal proceso..?
—No lo sé, es imprevisible, volvemos a la formulación de que a la anomalía política corresponde una eclosión cultural. Puedo manifestar la esperanza de que nos liberemos de la tutela que la política ejerce sobre la cultura, cosa que de verdad deseo, y de que la crítica cultural se libere a su vez del miedo a ejercer su función. Pero la “primavera vasca” a la que se han referido Atxaga y el New York Times no asegura una primavera cultural. Hasta es posible que se dé la ucronía de un otoño cultural que conviva con una primavera política. ¿O es que no acabamos de vivir el fenómeno inverso? De todas formas, lo mejor que desde el punto de vista cultural nos puede traer la hipotética “primavera vasca” es la posibilidad de pensar y crear más libres de lastre, lo cual se está convirtiendo cada vez en algo más difícil y peligroso en el mundo que nos ha tocado vivir.
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