Primer café del día
Eurolandia se despierta inquieta, atemorizada, navegando como puede en el laberinto de la lucha contra el Terror.
En París, el Herald Tribune afirma que algunos países, como Italia, ya están de rodillas ante la amenaza terrorista, dudando hasta donde es posible apretar —-y con qué resultados—- la tenaza policial.
En Milán, el Corriere della Sera publica una entrevista con Fausto Bertinotti, líder de Rifondazione Comunista, diciendo “Sí” a “cualquier norma de emergencia que no toque los derechos fundamentales”.
En Londres, Financial Times afirma que la prioridad de las prioridades de la presidencia inglesa de la UE será el “combate contra las redes financieras y de comunicación que alimentan la hidra terrorista”.
En Dusseldorf, Haldelsblatt machaca en esa misma piedra: ¿qué mecanismos financieros internacionales es posible usar contra las redes que nutren económicamente a los grupúsculos terroristas?.
En Londres, el Times pone el dedo en una llaga traumática: en el fondo, quizá estemos perdiendo la guerra contra el Terror, porque la permisividad de nuestras sociedad, nuestra fragmentación moral —-siguiendo el “modelo” español—- abren una brecha suicida contra nuestras sociedades abiertas, víctimas de nuestros soliloquios sobre el “origen” del Crimen, que interrogamos con mil sutilezas y dudas diplomáticas, cuando los asesinos trabajan en la tienda de la esquina.