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Mientras me preparo a una dura jornada de idas y venidas entre mi nueva y mi antigua casa, con la secreta desconfianza de quien teme que le roben un libro o un cuadro, pego un vistazo a la prensa europea de la mañana, tan prometedora en catástrofes como siempre: la UE se ha convertido en el primer mercado negro de explosivos robados del mundo, a unos precios sin posible competencia; y la libre circulación de sus fronteras ofrece inmensas posibilidades a quienes deseen ir al cielo matando, incendiando o poniendo bombas en las playas de moda.