Primer café del día
Con una frecuencia pasmosa, los grandes medios de (in) comunicación de masas se privan de la opinión de orientalistas profesionales, para dar la palabra a una marabunta de “profesionales de la opinión” de una pasmosa indigencia intelectual. Hay algunas excepciones.
En Londres, el Times subraya un artículo de Robert Leiken publicado en Foreign Affairs, con una primera conclusión significativa: En Europa, los islamistas partidarios de la guerra santa contra Occidente son muy mayoritariamente europeos de religión musulmana, formados en las escuelas públicas francesas, inglesas, españolas, alemanas e italianas, enrolados en la guerra del odio en un café de Rótterdam, una prisión de Madrid, una librería londinense o un gueto parisino. Europeos con seguridad social y cobrando —-con frecuencia—- subsidios de paro.
En París, el Herald Tribune pone el dedo en otra llaga: mientras los gobiernos de la UE llevan años montando un bizantino edificio institucional (el proyecto de Tratado constitucional), finalmente fallido, el primer desafío cultural del nuevo siglo quizá sea la integración o no integración de los musulmanes europeos; ya que ese problema, cultural, religioso, político, social, es una amenaza tan inquietante como la parálisis de las economías y sociedades francesa y alemana, hipotecando con sus arcaísmos de Estado el futuro de toda Europa.