Basta con releer a los clásicos para comprender como la actualidad de la Guerra civil y la de algunos de sus protagonistas, comenzando por el más famoso, el general Francisco Franco, permite a nuestros alguaciles endemoniados intentar pudrir la libertad y sembrar la convivencia con ponzoña, desenterrando a los muertos para profanarlos en presencia de sus deudos
El Alguacil de Quevedo habla con precisión entomológica de nuestros más actuales traficantes de estatuas y almas muertas, en los campos de tumbas editoriales, periodísticas, radiofónicas, audiovisuales:
“… escudriñadores de vidas, y fiscales de honras, y levantadores de falsos testimonios, que de bajo de tierra sacan qué acusar, y andan siempre desenterrando los muertos y enterrando los vivos”.
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“… usurpaban su nombre para honrar tiranías”.
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“… son veneno de la vida, que perturbando las potencias y ofendiendo los órganos del alma, son causa de que la voluntad quiera por bueno lo que ofendidas las especies representan. Viendo esto, dije entre mi:
—-Ya me parece que vamos llegándonos al cuartel de la gente peor que Judas”.