Mientras vivió, Juan Eduardo Cirlot (Barcelona 1916-1973) sufrió el más penoso ostracismo.
Los catalanistas le reprochaban no escribir en catalán. Los mesetarios le reprochaban no escribir poesía social. La inmensa mayoría de sus libros fueron editados por cuenta de autor en ediciones de escasas decenas de ejemplares. Fui el promotor de la primera edición de su obra completa. Él me propuso que yo la prologase, y, ante mi amistosa oposición —-me negué a ser editor y parte—-, ambos acordamos que ese trabajo lo hiciese Leopoldo Azancot.
Han pasado ¿cuántos años?. Cirlot es ahora objeto de un cierto culto mortuorio: hay quienes esperar enriquecerse o maquillar su lívido rostro empolvándose con las cenizas de los difuntos.
Passy says
Siempre tengo a mano su «diccionario de símbolos» Recuerdo que lo compré buscando explicación a un extraño suceso que no viene al caso. Entré en la librería y alguien a quien no esperaba encontrar me lo recomendó y lo abrí, al azar, por la página que resolvía el enigma. Desde entonces, siempre a mano.
Ramón Machón Pascual says
En mi mellada biblioteca se asoma de vez en cuando «El libro de Cartago», de J.E. Cirlot. Una edición de 1998 a cargo de Victoria Cirlot en Igitur/poesía. Un libro extraño y diferente en el páramo vacío de la posguerra española.
El diccionario de símbolos es, aparte de su calidad y agudeza, un buen tocho para impresionar a las mujeres. Y me disculpo por lo terrenal de esta afirmación.
C. Heston says
La utilidad simbólica implícita en Machón es toda una teoría literaria.
Se ve que maneja bien el diccionario de Cirlot… como arma de seducción
Anonymous says
¿KRTU?