Antes de volver a las obligaciones, tras seis días de viaje, etc., me asalta una última impresión sobre el estado de la incultura propagada a través de los medios de incomunicación de masas, en Caína.
Allí donde, en otro tiempo, se defendían banderas “nacionales” o “principios” de alguna especie, las sectas, mafias y bandas desalmadas están imponiendo con ferocidad predadora sus cánones éticos y estéticos.
Entre quienes escriben a tanto la cuartilla de cosas librescas, son muy mayoritarias las reacciones sectarias. La camarilla de un periódico o editorial crea reacciones de “familia” que recuerdan el comportamiento mafioso.
Esas mafias enarbolan banderas filantrópicas: los estandartes empresariales sustituyen a los antiguos colores “nacionales”; y se cotiza tan caro el precio del papel que las líneas se cuentan con la pistola al cinto.
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