Por cerrar (muy provisionalmente) el debate sobre las amenazas bien reales o virtuales que pesan sobre la retórica de blogógrafos de la más diversa especie.
En verdad, desde los orígenes griegos de la retórica, logógrafos y sofistas estaban condenados a ejercer su disciplina sometidos a presiones, amenazas y coacciones bien reales e inquietantes, con frecuencia. Que los grandes maestros sorteaban y se hacían pagar al precio fuerte.
De ahí que, en ocasiones, el sofista tenga mucho de asalariado a tanto la página: ¿ocurre de otro modo en nuestro tiempo?
Navegante solitario (¿filibustero?, ¿pirata?. ¿pescador en río revuelto?..), sorteando las corrientes de un océano poblado de tiburones, el blogógrafo debe esquivar en solitario los peligros acechantes y el riesgo de la nadería abismal, la oscuridad sin orillas de quien tiene la libertad pero no tiene nada que decir.
El blog y la blogografía están condenados a coquetear con lo instantáneo, lo perecedero, el silencio, la Nada. Tal ejercicio retórico, intelectual, incluso material, navega por las aguas procelosas de la Moda, lo eternamente fugitivo.
Y no olvidemos que Baudelaire ya nos advertía que, a su modo de ver, la Moda es el rostro contemporáneo de la Muerte. De hecho, muchos fotógrafos de genio han evocado ese drama del artista a solas con la Nadería universal que a cada hora nos persigue. Avedon fotografía una moza que contempla su traje en el espejo, reflejando el rostro de la Muerte. Gérard Rancinan se sirve de la Venus del espejo de Velázquez para ilustrar ese drama contemporáneo: el cuerpo desnudo de la mujer refleja la imagen publicitaria de una carrocería de automóvil.