A la misma hora que el COI anunciaba la victoria de Londres, en Singapur,
el vespertino Le Monde comenzaba a distribuirse, en París, destacando en primera página otra noticia desastrosa para el presidente Chirac: los escándalos financieros de la alcaldía de París, al final de los años ochenta del siglo pasado, cuando él era alcalde, siguen su curso judicial, inexorable: ya han sido condenados la antigua tesorera del partido de Chirac (Louise-Yvonne Caseta), su antiguo primer ministro (Alain Juppé) y su antiguo jefe de gabinete (Michel Roussin)…
La Constitución ofrece al presidente Chirac la inmunidad judicial absoluta, mientras continúe ejerciendo el cargo. Esa inmunidad desaparecerá cuando concluya su segundo mandato (2007). Todos los subordinados del antiguo alcalde de la capital (Jacques Chirac) han sido condenados por corrupción. El antiguo alcalde sigue atrincherado tras la inmunidad constitucional. “Pero no hay inmunidad contra la evidencia”, escribe Le Monde. Dicho de modo más brutal: las cacerolas de los escándalos y la corrupción de la alcaldía de París son el “cadáver” que la justicia guarda cuidadosamente en un frigorífico especial. Esperando su hora.
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