Periodistas 21.Juan Varela pasa al escalpelo la irrealidad del famoseo y la telerealidad cainita.
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Prosigo con José María Pozuelo Yvancos la apertura de este Infierno a otras voces y otros ámbitos. Catedrático de la Universidad de Murcia, crítico literario de referencia, entre su extensa obra destacan Teoría del canon y literatura española y Ventanas de la ficción narrativa hispánica. Siglos XX y XXI. Le propuse dialogar de historia y novela. Nuestro diálogo escrito:
Para entender el siglo XIX, es imprescindible leer a Galdós y Valle-Inclán. A nosotros nos ha tocado vivir la muerte de Franco, llegada del PSOE al poder, el terrorismo, el GAL, la alternancia, la guerra de Irak, los nacionalismos… ¿Qué dice la novela española escrita en castellano de tales cuestiones?
Curiosamente la novela de finales de siglo XX sí está abordando algunas de las grandes cuestiones del siglo. Parece que los nietos comienzan a estar en condiciones de hablar con una libertad de juicio que no tuvieron los padres (me refiero por padres a la generación del 50), atenazados por el miedo a ser tildados de franquistas si acaso ponían en duda alguna verdad de las asumidas como políticamente correctas. Pienso, por ejemplo, en una narración como Enterrar a los muertos de Ignacio Martinez de Pisón o la última de Luis Goytisolo Oido atento a los pájaros (que es excepción en su generación, en esto) que están desacralizando la cuestión de las milicias populares, y mostrando preguntas acerca de una guerra con horrores en ambos bandos, lo que no significa decir que todos eran el mismo o tuvieran la misma legitimidad. Igualmente Tu rostro mañana, de Javier Marías, ha servido para mostrar de modo más profundo el horror, el miedo, la venganza y la bajeza en la que pude caer cualquier individuo. La verdad está ahora en la pesquisa, no ha sido dicha del todo. Antes no hubiera podido hacerse algo semejante. También, por ejemplo, hay un aire de desencanto, respecto a los sueños de la transición política y de la lucha anti franquista. La serie de novelas de Rafael Chirbes ha sido importante para historiar la posguerra hasta la transición pero es muy crítica en la última entrega, los cincuentones acomodaticios que narra en Los viejos amigos. Bernardo Atxaga en El hombre solo o El hijo del acordeonista sí ha dado idea del desengaño con relación a ETA, y Volver al mundo, de González Sainz, lo ha hecho respecto a los grupos de resistencia comunista y anarquista. En general, se vive la sensación de que la novela ha ganado en capacidad de superar el maniqueísmo que tenía atenazados estos temas, sobre todo desde que gentes nada sospechosas de militancia derechista están interviniendo en los problemas.
¿Cuáles son los problemas de fondo que plantea la novela española de los últimos veinte o treinta años?
La gran cuestión de fondo es la propia legitimidad de la literatura de ficción, no porque desde la ficción no pueda decirse, sino porque muchos autores y lectores vienen sintiendo la necesidad de superar el registro novelesco, tal como fue concebido en el siglo XIX y principios del XX. La emergencia de la llamada auto ficción (que muestra alguna de las novelas citadas, a las que unir otras como Soldados de Salamina) va diciendo que el reportaje, la autobiografía, la historia pueden ser una forma de literatura más idónea que la novela misma para abordar cuestiones de forma novedosa, sin esa idealización constante a la que se somete el vehiculo de la ficción. También hay una
desconfianza a la linealidad. Curiosamente es muy común ahora plantear una novela
haciéndose, formada de fragmentos. El último premio Nadal, Llámame Brooklin, de Eduardo Lago, que en parte es una novela de perdedores de la guerra, de milicianos de las internacionales, tiene que plantearse desde un registro de novela en marcha, fragmentaria. En cierto sentido el collage de las vanguardias está demostrando ser la forma en que se expresa la desconfianza hacia un medio lineal, omnisciente, demasiado hecho. Un último ejemplo, la última de Arturo Pérez Reverte, El pintor de batallas, es una novela sobre el rostro de la maldad en la guerra de Bosnia. Pero también se plantea como una novela haciéndose, al abrigo de la pintura de un cuadro. Lo que parece que termina ya es el ciclo de la novela que Sobejano llamó “ensimismada” de ribetes individualistas, intimistas. Ahora la literatura está volviendo a narrar grandes historias. Sin embargo la inmigración, los problemas de los guetos urbanos, etc., están todavía sin entregar alguna obra memorable, que yo conozca, claro.