El novelista vasco Bernardo Atxaga comenta en el New York Times “la primavera vasca”.
A su modo de ver, la pesadilla histórica comenzó como un sueño utópico. El novelista parece oscilar entre las posiciones de optimistas y pesimistas. Y avanza un gesto de reconciliación en el que pudieran creer estos últimos: un monumento que recordase, al mismo tiempo, los nombres de todas las víctimas; las víctimas de los etarras asesinados por la policía, y las víctimas de ETA.
Si lo entiendo bien, Atxaga quizá tenga sus dudas sobre tal proyecto y concluye su artículo con un “¿Qué ocurrirá mañana?” que deja sin respuesta la incertidumbre de fondo.
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