Mientras preparo la maleta para marcharme a Mónaco, escucho en LCI a Marie Humbert, la madre de un tetrapégico de 23 años, que había escrito una carta trágica a Jacques Chirac, pidiendo para su madre el derecho a matarlo.
Consecuencia de aquella carta, el Parlamento francés ha aprobado una Ley que autoriza el derecho a “dejar morir” a algunos enfermos, en situaciones excepcionales. El Código penal continúa equiparando eutanasia y homicidio. Pero se abre la vía legal a la muerte asistida: los enfermos podrán “exigir” que se ponga fín a una “obstinación terapéutica irracional”. Y los médicos podrán dejar morir a sus enfermos que consideren incurables, privándolos de alimentación, por ejemplo.
La madre del tetraplégico que pedía para su madre el derecho a matarlo, para evitarle una larga vida de sufrimiento y dolor, considera insuficiente la nueva Ley: “Mi hijo hubiera podido vivir treinta o cuarenta años. Hay muchas madres en la misma situación. La nueva Ley no resuelve nada”.
Si la entiendo bien, Marie Humbert pide que las madres sean autorizadas a matar a sus hijos. En condiciones excepcionales.
¿Qué decir?, ¿qué pensar?