Londres asumirá a primeros de julio la presidencia turnante de la Unión Europea (UE), y, si Tony Blair vuelve a ganar las elecciones, como todo parece indicarlo, él tendrá en sus manos las llaves imprescindibles para hacer avanzar algunas cuestiones sensibles.
La presidencia controla el calendario de los trabajos europeos; puede lanzar o aplazar iniciativas sensibles; puede hacer proposiciones que considere oportunas para sus intereses y su visión nacional de los negocios europeos; puede enterrar propuestas que vayan en contra de su propia visión del futuro de Europa…
Francia puede aprobar o rechazar el proyecto de Tratado institucional europeo. Pero las distintas llaves que hacen funcionar la bizantina maquinaria de la UE estarán controladas por el gobierno inglés durante los próximos seis meses.
El futuro de los fondos europeos recibidos en Extremadura, Andalucía, Murcia, Valencia o Barcelona pasa por la negociación del futuro financiero de la UE. Todas las cuestiones de seguridad y defensa estarán sometidas al arbitrio británico. En materia comercial —-cuando el textil chino seguirá haciendo estragos—-, Londres defenderá su visión liberal – librecambista de la nueva geografía económica mundial.
Se trata de cuestiones de una importancia crucial para millones de familias. ¿Era o es sensato tratar tales cuestiones con las ante ojeras de la ideología? ¿No sería prudente intentar preguntarse porqué los ingleses continúan concediendo su confianza a un personaje que irrita a los ultras de todos los bandos?