Mañana comienza el Festival de Cannes: un arma de guerra diplomática nada común.
Tomando un café en el Rostand, C* intenta solicitar mi conciencia cívica, mi responsabilidad intelectual, mis titubeantes inquietudes artísticas (¿?). Y me regala el libro que, a su modo de ver, debiera ilustrar mi profunda incultura en el terreno estratégico de las nuevas industrias de la manipulación universal de las imágenes y las conciencias: Le Festival de Cannes sur la scène internacional (Editions Nouveau Monde), de Loredana Latil, profesora de historia en la Universidad de Niza.
Si la entiendo bien, el ensayo histórico de la profesora Latil es algo así como la novela político / policíaca del Festival de Cannes, que nació como una “respuesta” al Festival de Venecia (de orígenes mussolinianos) y pronto se convirtió en un instrumento diplomático muy eficaz (Véase su última Palma). A juicio de madame Latil, la guerra de trincheras comerciales es hoy tan importante como la guerra ideológica de otro tiempo.
En ese terreno, recuerdo lo que me comentaba Claude Chabrol sobre el modelo francés de su propio cine nacional:
J’ai toujours trouvé que le cinéma français était le cinéma miraculé de l’Europe et ce pour une raison très simple, c’est qu’une partie importante de son financement est basée sur une idée de génie qui est de faire payer les amerloques. C’est formidable : une partie de la recette de tout film américain qui sort en France, et qui connaît un énorme succès, est mise dans la caisse du cinéma français. C’est génial, c’est un hold up permanent depuis soixante ans.
PS.- En su día, apostillaba: A leer con Mucho sentido del Humor Negro. En mexicano, «amerloques» pudiera traducirse por «gringos».