“Una Europa fundada en la cultura”, “¿qué representa la diversidad europea?”, “¿qué papel jugó la cultura en la formación de la identidad europea?”, “¿prioridades y modalidades de la acción cultural?”…
¿Quién —-interesado por las cosas del arte y la cultura—- se resiste a tal menú elaborado por los especialistas del ministerio francés del ramo?
A la salida del Elíseo, el programa es mucho menos espiritual: gran banquete con mucho vino de la tierra; y, para comenzar —y concluir—, un rosario de media docena de mesas redondas donde las personalidades más eminentes (Peter Brook, Wajda) deben discutir con personalidades menos relevantes, a paso de carga: de 60 a 90 minutos, a repartir entre una docena de participantes; entre 5, 10 o 12 minutos por persona que toma la palabra.
El final —-para mañana, martes, hacia el medio día—-, un poco torcido: los burócratas del ramo ya tienen previsto el Gran Mensaje Final… que los participantes firmarán sin rechistar, antes de tomar el avión.
¿Diplomacia espectáculo?, ¿circo publicitario?, ¿idea de genio?. En su crónica del asunto, la France Press, transforma mis soliloquios en pesadilla de novela de terror: “Johnny Hallyday, Françoise Hardy, Marianne Faithfull, Jeanne Moreau, Jean-Jacques Annaud et Claude Lelouch ou encore Vivienne Westwood et Sonia Rykiel ont uni leurs voix lundi à celle de Jacques Chirac pour défendre le «oui» à la Constitution européenne”.
Marc Fumaroli, que había denunciado, en su día, los estragos del Estado cultural, y también participa en una mesa redonda, me recuerda la miseria ambiente: la cultura convertida en arma de propaganda; el arte transformado en instrumento publicitario; artistas y escritores convertidos en comparsas de una marcha fúnebre que conduce a la tumba de cuanto ellos representaron, en otro tiempo, y ya es un cadáver maquillado en un prostíbulo.