Ejemplo canónico de la estupidez, la desinformación y la basura bizantina distribuida por los medios de incomunicación de masas, caídos de hinojos ante la guerra publicitaria de los ideólogos: el “eje” franco-alemán todavía sería el “corazón” de Europa…
Cuando hace años que París y Berlín frenan el dinamismo de Europa, frenan la producción de riqueza, frenan la conquista de nuevas libertades, víctimas de sus feudalismos burocráticos y del populismo demagógico de sus gobernantes (de izquierda y derecha), la prensa “de referencia” se obstina en menospreciar el mejor ejemplo europeo de dinamismo: la Inglaterra de Tony Blair.
La derecha no puede soportar que un socialdemócrata liberal sea un “modelo”, cuando los conservadores británicos continúan perdidos en su laberinto. La izquierda considera a Blair como una suerte de demonio vendido a Washington, para colmo de desdichas y corrupción.
Al margen del voto definitivo, los resultados de Tony Blair son más que elocuentes: crecimiento del 3.2 %; paro del 4.6 %; creación de 300.000 empresas; déficit y deuda pública limitados al 2.9 y 35 %; alza del salario mínimo del 40 por ciento desde 1999…
A título personal, un detalle de eficacia y dinamismo socio / cultural: uno de los políticos más populares de Inglaterra continúa siendo David Blunkett, ciego de nacimiento, mujeriego, víctima de un jugoso escándalo “sentimental”, que, a juicio del Herald Tribune de hoy, bien pudiera volver al gobierno, si, como se espera, Blair volviera a ganar las elecciones.
Toda preocupación sobre el estado de nuestra sociedad es, en última instancia, una reflexión sobre el futuro que estamos construyendo para nuestros hijos. Pero, claro, es mucho más cómodo seguir embobados por la ilusión del progreso digital que pretenden vendernos. Y así, mientras Inglaterra bajo Tony Blair se pavonea con su supuesto progreso dinámico, nosotros, en nuestra infinita sabiduría, decidimos apartarnos de la educación de nuestros hijos y dejamos que sean las pantallas del internet y los mass media, ya despojados de toda conexión con la verdadera cultura y educación, quienes los formen. Entonces, ¿de qué nos sorprendemos cuando descubrimos que crecen inmersos en juegos frív, cultura pop vacía y un sinfín de entretenimientos superficiales? Si seguimos ignorando nuestra responsabilidad, corremos el riesgo —no, mejor dicho, la certeza— de perder a toda una generación, una generación que, desinteresada por su cultura y religión, estará condenada a la ignorancia y al vacío. Pero claro, luego vendrán las lamentaciones cuando comprendamos que el futuro de nuestro Estado y de toda Europa se ha construido sobre la arena movediza de nuestra propia dejadez.